martes, 25 de enero de 2011

SIN PALO NI REBENQUE



El nieto insistía en que para dormirse, el abuelo debía contarle un cuento nuevo, distinto a los que le había referido an teriormente.

Un poco fastidiado el abuelo Luis le dijo a su nietito:
-   Franquito, voy a ver si me acuerdo de algo, pero te adelanto que a este paso no sabré qué decirte. Te conté como veinte cuentos y seguís insistiendo. Pero teniendo en cuenta que sos muy aplicado trataré de recordar algo.
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A todo esto, hay que tener en cuenta que el abuelo Luis tenía una fijación muy especial con su único nieto varón: 
quería que fuese alto y fuerte como él, quería que hiciera dos carreras universitarias como él, quería que de soltero saliera con muchas chicas como él, de allí el seudónimo de "macho argentino",  quería que bailara el tango como él, de allí el seudónimo de "bailarín compadrito" y  queria  que  jugara  mejor  al  ajedrez  que  él..
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Franquito encendió su cara de felicidad, se acomodó en la cama y se dispuso a escuchar. El abuelo se sentó en la cama junto al nieto y comenzó su relato:

 -   En la provincia de Buenos Aires había un señor que era bajito,  no gordo pero rellenito,  de pelo negro,  con entradas, que tenía dos caras:  una despavorida,  suplicante y sumisa, cuando trataba con los poderosos y otra de suficiencia, arrogante y prepotente cuando se dirigía hacia sus subordinados.  Se llamaba Rene Malacabad Cretin.
Su nariz aguileña y su boca grande, debido a la continuación de las comisuras, se adaptaban a las dos funciones.
Trabajaba en una casa de créditos de la Capital y su trabajo era el manejo del personal.    Como era licenciado en Relaciones Públicas se la pasaba haciendo cursos y relacionándose. 
Siempre mintiendo a sus jefes,  diciendo que el curso era para estar actualizado y hacer bien el trabajo;  y a sus subordinados, diciendo que iba porque se lo pedían especialmente porque lo iban a ascender.
Cuando un gerente pedía incremento de sueldo para algún je­fe, le decía que lo iba a elevar al directorio y que tuviera paciencia. Y luego, a pesar de que podía otorgar la mejora, iba al director del que dependía y le decía que a ese jefe le iba a dar la mitad de lo que solicitaba en virtud de que llegaba tar­de, que su trabajo no era importante y que otras personas con cargo de menor categoría lo necesitaban más, a lo que el director lo auto­rizaba .
Así le hacía perder un mes y luego le otorgaba un magro aumen to culpando al director,  diciendo que éste no quería darlo.
Su carrera estaba jalonada con hechos de este calibre,  siem­pre escudándose en algún superior.    En todos los hechos de su existencia actuaba así.
Pero como la vida de las personas es un vaso comunicante en el cual ningún hecho queda sin saldarse, ocurrió que nuestro hombrecillo,  de tanto satisfacerse con el mal de los demás,  contra­jo un escema alérgico que le abarcaba parte de la cara y las manos,  dándole un aspecto asqueroso.
Las personas se comunicaban con él por teléfono y el director prohibió que lo visitara.
En su casa,  sus familiares a pesar de aceptarlo,  trataban de eludirlo, hasta que la esposa le aconsejó que se internara.  Así lo hizo en el sanatorio San Valentín.
Al principio,  al amparo de que la empresa pagaba su trata­miento,  exigía y le hacían pruebas y análisis.
Un día su esposa llegó con la novedad de que la empresa no podía seguir abonando la internación,  que el sueldo se lo pagarían solamente tres meses más y que habían nombrado otro jefe de personal.
Ese mismo día dejó el sanatorio visiblemente compungido y se fue a la casa, ocupando la pieza destinada a los huéspedes.
Solo en la habitación y mirando al techo pensaba en su des­gracia,  cuando emergió una figura borrosa,  que luego se adelantó.  Era como un ángel, que le preguntó cómo andaba, a lo que le contestó:  -¿Qué es lo que hice para tener tanta mala suerte?
El ángel le hizo recordar paso a paso lo que había provocado con sus acciones, y le dijo que si no hubiese sido porque se condolió de él, hubiese tenido peores dolencias, y continuó diciéndolé:
- Ustedes tienen en la tierra un común denominador que es el dinero. Este fue creado para llevar cuentas entre los humanos. El que más roba, guarda o embauca tendría (aparentemente) un mejor pasar en la tierra. Pero lo que realmente vale es el piza­rrón de nubes que tenemos acá; cada acción se cataloga en buena o mala para cada alma.  Por más que se acopien tesoros en la tierra, estos quedan en el planeta; no se pueden trasladar, y para nosotros su valor es nulo.
¡¡Pobre del que tiene un buen pasar en la tierra hasta su muerte y no ha hecho ninguna buena acción, porque para salvar su alma tendrá que hacerlas aquí!!
Vamos a repasar el pizarrón para ver tu calificación.
El ángel levantó sus manos y apareció algo entre las nubes que decía:  diez acciones buenas; noventa y tres acciones malas.
El ángel se tomó el mentón mientras apoyaba el codo en el otro brazo y dijo:
-   Son muchas las que te faltan para salvar tu alma.  Te voy a dar a elegir si las quieres hacer en la tierra o aquí en el cielo.
René reaccionó como era su costumbre y en forma suplicante (olvidando que el ángel lo conocía)  le preguntó:
-¿Si elijo en la tierra tendré el aspecto saludable que tenía antes?
El ángel lo miró pícaramente y le respondió:
-   Inefable René, se ve que no escarmientas, y no te intere­sa si estás o no en condiciones de pactar. Sin embargo manten­go mi palabra y si eliges hacerlo en la tierra, cada acción que realices valdrá el veinte por ciento de la que puedas hacer en el cielo. Además, a medida que realices la acción, a mi satisfacción, te iré mejorando lentamente a medida que vayas acumu­lando, de manera tal que quedarás curado cuando superes las acciones malas.
Luego, batiendo la mano de arriba hacia abajo agregó:
-   Te llevará un tiempo largo:  años y años.
René inquirió seguidamente:  - ¿Y si elijo hacerlas en el cielo?
El ángel se rascó la cabeza y le contestó:  - El ceder tu vida con la agravación de tu mal te concederá ochenta acciones buenas y luego en el cielo cuidarás de tres seres terrenos iguales que tú y a medida que los recuperes acreditarás una acción buena por cada uno.  Al terminar serás un ángel como yo y estarás al servicio de Dios,  ya salvado.
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La mujer de René recibía los pésames y trataba de informar cómo había sido el desenlace.  Desfilaba gente de la empresa donde René había trabajado y en pocos minutos se retiraba.
Hasta que apareció uno de los encargados que había colaborado con él.  Era alto, delgado, amanerado y con cara de degenerado. Cuando estuvo al lado del féretro besó a la esposa y dijo, mientras los presentes hacían corrillos acerca de su forma de ser y de la vestimenta:
-¡¡Ay!!  Yo le dije que se cuidara pero era un cabeza dura. ¡¡Qué barbaridad!!   ¡¡Qué joven era!!  Y usted, señora,  ¿Qué hará en el futuro?
La señora,  visiblemente molesta por el personaje se excusó y se fue a la cocina.


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  René observaba azorado. Ya no tenía cuerpo. Solamente pensamientos. Giraba a través de las estrellas pero no tocaba nada. Era inmaterial y no había a quién dirigirse. El tiempo no exis­tía.  La NADA señoreaba por doquier.
De pronto percibió una sensación que lo envolvía y turbó su solitaria paz.  Era el ángel que le decía:
- Te traje los tres casos que debes resolver,  con la condi­ción de que la salvación de estos mortales será tu salvación.
El alma de René curiosamente le musitó:   - ¿Por qué no puedo verte?  - a lo que el ángel le respondió:
- Solamente me verás cuando resuelvas los tres casos que te dejo.  Además, recién podrás comenzar a resolver el siguiente cuando tengas solucionado el anterior.
Tímidamente volvió a preguntar:  - ¿Podré ayudar a mi fami­lia?  ¿Los veré? Ya no percibió la sensación del ángel.  Pasó un lapso de tiempo y percibió otra sensación.  Se hizo como un agujero y vio a un chico de diez años que en el jardín de su casa tenía asido a un gatito recién nacido.  Lo estaba apretando sádicamente hasta que expiró.
René se preguntó: - ¿Será este el primer caso?. Es fácil la solución.  Le diré que no lo haga más y sabrá comprender.
De inmediato, y de forma imperativa,  le dijo a Ricardo:
-   No lo hagas más,  si no te castigaré.
El chico no se inmutó, porque no lo escuchaba y fue en busca de una pobre langosta a la que atrapó.  Con sadismo renovado y cara de satisfacción procedió a separar del cuerpo las alas y luego le arrancó la cabeza, tirando el resto al suelo y lo aplas­tó con el pie.
René impotente, entró en la decepción.  Luego se preguntó:
-   Si no me escucha,  ¿qué puedo hacer? Probaré acercarme a ver qué ocurre.
Trató en vano de acercarse.  Siempre había la misma distan­cia entre él y el agujero.
De nuevo el chico hizo otra mala acción, ya que le colocó el gatito muerto a una compañerita en el bolso del colegio.
Cuando la compañerita abrió el bolso y vio al animal muerto echó a correr despavorida.
René, muy preocupado, veía todo impotente y se decía:
-   Pensar que mi salvación depende de cambiar la forma de ser de este chico. No quiero pensar en qué consistirán los otros casos.
Siguió observando al chico y vio que luego de entrar a su casa se puso a ver televisión.  Daban una serie del oeste americano con personajes buenos y malos.  Cuando al terminar observó que triunfaban los buenos tomó el cenicero de una pequeña mesita y lo estrelló contra la pantalla del televisor.  La explosión fue tan grande que, aparte de la madre, se acercaron algunos veci­nos sorprendidos por el impacto.
El chico se escapó y la madre,  llorando,  imploraba a Dios que lo hiciera cambiar.
René,  de nuevo impotente, trataba de pensar; y de pronto recordó que él también actuaba así cuando era chico.
Meditaba cómo podría solucionar este caso y no encontraba solución. Se encontraba solo en la inmensidad. De pronto se dijo :
- Parecería que los casos que tengo que resolver son los de mi propia vida. Pensándolo bien...¡Qué mal actuaba! Tendré que reparar todo lo malo que hice y empezar por este chico. Buscaba la forma de influenciarlo no la encontraba; el chico hacía las mil y una travesuras.
Tan impotente se sentía buscando la solución, que se concentró en desear que algo sucediera para darle una lección a ese chico, que era una copia fiel de él.
El chico estaba jugando con una puerta y la golpeaba salvajemente hasta que logró rajar la madera.  René se concentró de tal manera para que el chico dejara sus dedos en el marco cuando tirase fuertemente de la puerta, que al final lo logró.  Al tirar la puerta con fuerza, el chico no sacó la mano del marco y se apretó los dedos. Un instante después quedó como petrificado. Las lágrimas le brotaban a borbotones. Abrió trabajosamente la puerta y sacó los dedos, que quedaron como estampados en el marco. Llamó a la madre gritando de dolor, y prometió no hacer más travesuras. René, extenuado por el esfuerzo, vio có­mo se disipaba la visión y se aletargó.


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Sin saber cuánto tiempo pasó,  siguió buscando ver algo que le dijera que el primer caso había sido resuelto.  Ya desesperaba obtener éxito,  cuando se volvió a abrir un hueco en la inmensi­dad y apareció un zaguán, y en el mismo, una pareja que se abrazaba desesperadamente.  Eran una chica de veinte años y un muchacho de veinticinco.  Ella le decía:
-   Ya sé que me quieres,  pero tranquilízate, pues ya sabes que hasta que nos casemos no te daré lo que quieres.
Él, con voz trémula y con un calor que lo tenía obnubilado le respondió:
-   Vos sabés que te quiero y que solamente existís para mí. Esto es lo que más deseo y quiero hacerlo contigo.  Finalmente, el galán desistió y besándola fuertemente se despidió y se fue.
Vio desde el zaguán cómo el muchacho tomaba el colectivo y se iba hacia su casa.
Una vez que se cercioró de que no la estaban viendo paró un taxi y se dirigió a la casa de Pura,  una prostituta profesional. Cuando llegó, Pura, que la estaba esperando, dijo:
-   Tienes que apurarte,  Silvia, ya es tarde.
Silvia,  con gesto de contrariedad y desagrado, respondió:
-   Tenés toda la razón del mundo, pero Joaquín es un pegote y se pone insoportable.  Además no quiero acceder a sus reque­rimientos , porque seguramente cuando lo obtenga se irá y yo lo quiero para casarme.
Pura la palmeó afectuosamente y le asintió:
-   Lo que dices es verdad, pero vos sabés que yo dependo de Jack y está muy molesto porque los candidatos quieren a una ho­ra precisa y yo casi nunca puedo cumplir.
René observaba por el hueco desde la inmensidad y se pregun­taba :
-¿Qué voy a hacer con esta descarriada? Tiene mala cabeza y es difícil cambiarla.   Pero algo tengo que intentar, pues de ello depende mi  salvación.
Siguió observando para ver en qué momento volvería a concen­trarse.  Las dos mujeres volvieron a tomar un taxi y se dirigie­ron hacia un imponente y lujoso hotel de la terminal de ómnibus y trenes.  Era el Triunph Center.  Subieron al piso once y la recibió Jack, visiblemente molesto,  que les dijo:
-   Siempre llegan tarde,  pero les voy a dar una oportunidad si es que me prometen que van a cambiar - y tomándolas por la cintura mientras las sentaba,  agregó:
 - Hablé con Junot y logré que las tres fotos de cada una,  vestidas,  en malla y desnudas,  se coloquen en la cartilla de adición del Snack Mazurca, que es de propiedad del Hotel.  Allí mandamos a los turistas extranjeros que paran en el Hotel y les hacemos elegir a una modelo.   Por la de televisión le cobramos doscientos dólares y por ustedes cien.  De esos importes las modelos reciben la mitad y el hotel logra que se queden más tiempo y nos recomienden.  Eso sí, tienen que estar a disposición del cliente toda la noche y hacer lo que él les dice.
Silvia le respondió de inmediato:
-   A mí me gustaría,  pero no puedo faltar de casa todas las noches,  porque a veces mi novio se queda tarde. ¡¡Es una verdadera lástima!!
Jack,  contrariado,  se puso la mano en la frente y se quedó pensando.  Luego de un rato y luego de pasearse inquieto,  se iluminó su rostro y le respondió:
-   Me parece que tengo la solución para las dos.  Vos,  Pura, estarás para el Snack Bar y Silvia estará para el grupo de orientales,  que de tanto en tanto solicitan una mujer.   La paga es de cincuenta dólares y no hay obligación de quedarse una vez que se prestó el servicio.  Eso sí, me tienes que llamar todas las noches y te diré si tienes que venir.
Silvia agradeció la solución y se disponía a saludar para irse,  cuando Jack recibió un llamado telefónico y les pidió que se callaran.  Estuvo hablando unos minutos,  cuando tapó el auricular y le dijo a Silvia:
-   ¿Qué te parece si comenzás hoy mismo?
Silvia,  sorprendida, atinó a decir que sí.  Jack terminó de hablar y le dijo:
-   Verás al señor Hoo Chin en el piso noveno, habitación 909.
Estás de suerte,  pues es el coreano que más propina da.  Una vez terminado,  vendrás a verme para que te de los veinticinco dólares y toda la propina es tuya.
Jack llamó a la secretaria y le espetó:
-   Por esta vez y hasta que se enseñe,  la llevarás al 909 y se la presentarás al coreano.
La secretaria sin hablar se dirigió al ascensor y luego a la habitación del coreano y golpeó.  - Sr.  Chin - dijo mientras abría la puerta - Jack le manda lo que pidió.
De adentro se escuchó un acento extranjero que respondió:
-   Que pase y agradézcale a Jack - Silvia entró en la habitación y vio a un anciano obeso en camiseta y calzoncillo senta­do en la cama que le dijo - Sácate la ropa y ven a la cama - a lo que Silvia asintió.
René se esforzaba para que el coreano despidiera mal olor, y por el hueco de observación presenció cuando con ropa inte­rior Silvia se acostó al lado del coreano.  El le pidió que le sacara la ropa a lo que ella accedió.  Rene observaba que Silvia varias veces se llevaba la mano a la nariz como si el hedor fuera insoportable.  Parecía que no obtendría éxito cuando Silvia empezó a tener arcadas y luego a vomitar,  ensuciando la cama. El coreano contrariado se ofendió y la echó.  Silvia,  entre arcadas y vómitos,  se vistió como pudo y salió de la habitación.  En el pasillo y el ascensor se prometía que nunca más engañaría al novio.  Tomó un taxi y se dirigió a su casa.  En el camino el taxista le preguntó si estaba descompuesta, a lo que respondió que no era nada.  René,  del esfuerzo quedó extenuado y el hueco se disipó.
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René vagaba por la inmensidad y le parecía que había pasado una eternidad. Y cuando ya creía que había fracasado, se vol­vió a abrir el hueco familiar y se puso a observar.
Esta vez la escena se desarrollaba en una suntuosa oficina de un Jefe de Departamento de Finanzas de treinta y cinco años que hablaba acaloradamente con un jefe de menor cuantía a quien le exigía que obtuviera datos de otro gerente para comprometer­lo y así poder ocupar su lugar.    Eduardo miró fijamente a Enzo y le dijo:
-   Me tienes que obtener los datos de los clientes que no pagaron para que yo pueda informar que la gerencia de Créditos y Cobranzas no anda bien y ofrecerme a realizar las gestiones para regularizar la situación.-    Enzo ensayó una protesta y fue amenazado con el despido.
Una vez que Enzo se retiró a buscar los datos, Eduardo lla­mó a Claudia,  su secretaria, y le dijo:
-   Claudia, solicita los listados de computación del Balance Analítico del mes de mayo que quiero ver si no falta algo por contabilizarse.
Claudia,  fastidiada,  le contestó:
-   Señor,  esos datos no son de nuestro sector y no los pode­mos pedir.
Eduardo,  contrariado,  se puso serio y le increpó:  - Decime, desagradecida,  cuando te hice secretaria te gustó;  cuando hice entrar a tu hermano en suministros te gustó;  cuando te cubrí con tu novio te gustó; bueno, ahora tenés que hacer algo por mí y te negás.  Es mejor que consigas lo que te pedí a cualquier precio.  ¿Me entendiste?
Claudia salió llorando del despacho.  Poco después Eduardo llamó al despacho del Director delegado y pidió una entrevista, la que se concretó a la tarde.
Cuando Eduardo fue a la entrevista vio a la secretaria y se deshizo en elogios.  Esta lo escuchaba con mucha atención, pues le gustaba que la halagaran.  Intuyendo ésto Eduardo le dijo:
-¿Sabe que cada día está más linda? ¡¡Y qué físico!!  Puede pasar por una adolescente.
Inflada como un pavo, María Jesús le contestó:   - Usted siem­pre tan atento.  ¿Qué lo trae por aquí?
Esta mañana le pedí una entrevista al señor Rodríguez Edward y me dijo que lo viera a las 17 horas.
María Jesús se fijó en el libro de citas y contestó que no estaba:   - Miré en el libro de citas y no está.  Pero descuide que yo lo haré atender cuando salga el proveedor que está con él. ¿Sabe? Ese turno es de los japoneses, pero lo correré más tarde.
Y así lo hizo.  Cuando llegaron los japoneses les dijo que las citas estaban atrasadas una hora, así que les sugirió volver más tarde.
Cuando salió el proveedor hizo entrar a Eduardo, que le agradeció efusivamente.
¿Qué tal doctor,  cómo está? - dijo Eduardo al Director Delegado.
-     Siéntese.   ¿Qué tema lo trae por aquí?- le contestó el Direc tor Delegado, mientras se preparaba a escuchar.
-     Doctor,  lo que me trae a gastar su tiempo son informacio­nes muy importantes - mientras abría una carpeta con cuadros estadísticos.   Y continuó diciendo - las áreas que están más descuidadas son las de Créditos y Cobranzas, Administración y Ventas .
Y siguió explicando la cantidad de clientes que no pagaban y no se hacían gestiones;  la cantidad de asientos que no se habían registrado,  la baja de ventas que no eran atribuíbles a situaciones económicas.  El Director Delegado miró con mucha atención y luego dijo:
-¿Cuál es su opinión?
Eduardo,  con mucha satisfacción le respondió:
-   Para estos tres sectores se necesita mucho control y una fuerte supervisión.  Lo ideal sería una gerencia que comprenda estos tres sectores.
El Director Delegado lo miró profundamente y luego contestó:
-   La idea no es mala,  lo pensaré, pues algo tenemos que hacer.  Lo llamaré si necesito aclaración sobre estos datos. - Eduardo saludó y cuando se retiró atropelló a una silla.
Tocándose la pierna golpeada, maldiciendo por lo bajo, se fue pensando que el anzuelo estaba echado y que él sería el candida­to ideal para el puesto.


Rene, desde su mirador en la inmensidad, se veía reflejado y comprendía todo el mal que había hecho. Deseó con ganas ver quiénes decidían el nombramiento de ese gerente y ver si podía dar una lección a Eduardo. Ya desesperaba, cuando apareció en el mirador la sala de Directorio con el Presidente y los Direc­tores y estaba en el uso de la palabra el Director Delegado, que informaba a la sesión sobre los problemas que había con lastres áreas.
El Director Delegado terminó su exposición diciendo:- Y teniendo en cuenta que Finanzas es la receptora del resultado de las tres áreas y en virtud de que el jefe de ese sector es el que mejor se viene desempeñando,  propongo que Eduardo se haga cargo de la Gerencia de Finanzas.
El Director de Administracion interrumpió y dio su asentimiento para el nombramiento.
René, que veía que iba a ser premiado un sinvergüenza, diri­gió toda su concentración hacia el Presidente, tratando de modificar el asentimiento general. Cuando ya no tenía esperanzas de lograr su objetivo, y casi exhausto por el esfuerzo de concentración, el Presidente interrumpió la reunión y dijo:

- Yo también concuerdo con que el hombre indicado es Eduardo, pero por los mismos problemas que ustedes  están citando, nuestras finanzas no son muy brillantes y un nombramiento así nos costará mucho dinero,  no sólo por el nombramiento del gerente,  sino por­que debemos nombrar un reemplazo en Finanzas.  Además,  como Eduardo anda tan bien,  no quiero que podamos flaquear en este rubro,  que es fundamental.  Por eso,  creo que lo más conveniente es que el Director de Administración se ocupe del tema y desde ahora se llame Director de Administración y Finanzas,  debiendo así provocar las modificaciones en las tres áreas deficientes.
Se puso a votación y fue aprobada la moción.
Instantes después,  el Director Delegado llamó a los jefes de Créditos y Cobranzas, Administración,  Ventas y Finanzas, y les comunicó la novedad. Todos admitieron y se fueron.
Una vez en su despacho, Eduardo tiraba varios libros y útiles, maldiciendo el momento en que se le había ocurrido meterse en lo que no le importaba y juró:
-¡Que me maten,  si otra vez les voy a llevar información!  En vez de ascender, me sumergieron a la altura de los tres ineficientes.  Soy un infeliz,  un tarado y un infradotado.
Rene exhausto por la concentración, casi no percibió las úl­timas expresiones, pero se sintió contento porque había encauzado a una mala persona.


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René,  ya tranquilo,  esperaba poder ver al ángel.  Él había cumplido con lo que le habían pedido.  Ahora merecía un premio: ser ángel.
De pronto se dio cuenta de que cuando él quería que aparecie­ra el hueco o corregir a un descarriado se concentraba hasta la enajenación.   ¿Por qué no iba a hacerlo ahora?
Así lo hizo,  deseando primeramente que apareciera el ángel, su protector.  Ya desesperaba,  cuando se presentó el ángel y le preguntó que quería y porque lo molestaba.
René,  fuera de sí le recordó:  - Vos me dijiste que si logra­ba resolver los tres casos, me transformarías en un ángel como vos y estaría al servicio de Dios.   ¿Qué pasa?  ¿Ahora te echaste atrás y no querés cumplir con tu palabra?
El ángel se  sonrió y pícaramente le dijo:   - Un ángel nunca se echa atrás ni  se desdice de su palabra,  lo que ocurre, es que vos no resolviste ningún caso todavía.
René, más encolerizado aún, respondió: - Pero entonces no ob­servaste como corregí a cada uno de los que me presentaste y salvé a los que iban a ser perjudicados.
El ángel sonrió nuevamente y agregó:   - Entendiste mal.  Yo te dije que salvaras definitivamente, y no por una vez.  - Y subrayó con énfasis:   - No tenían que hacer nunca más el mal,  no fracasar una vez.  Y para que no te queden dudas de que te digo la verdad,  te voy a mostrar en la misma pantalla que todo está igual.
Se colocó al lado de René y se abrió una pantalla más grande donde este pudo volver a visualizar los casos ya pasados.
Mirá - le dijo a René - El chico sigue haciendo sadismo, como la chica, que sigue engañando a su pareja, y como el ejecutivo, que sigue dando informes para destruir a los demás.
Dicho esto agregó: - Cuando uno hace obras malas, perjudicando a otros inocentes que no merecen ese comportamiento, para borrarlas se lleva una eternidad.  Cuando realmente salves a las personas que hacen mal, serás ángel sin mi intervención. Hasta que llegue ese momento, así permanecerás en la inmensidad.
René se lamentaba del mal que había hecho,  vagando por el espacio.

domingo, 16 de enero de 2011

LAS CARTAS DE AMOR

- Tía, me tenés que cubrir porque hoy tengo que salir con Presup Comput.- dijo Karin Picaf, acariciándola melosamente.
- No, Karin - respondió la tía - tus padres me van a matar si descubren que yo te apaño. Así que no cuentes conmigo. Además ese chico es muy raro, no me parece una buena persona. No trabaja, vos le tenés que pagar. Y eso es denigrante. En mi época eso no se permitía, era un insulto.
- Mirá, no me vengas con eso - dijo Karin - que ahora cada uno se paga lo suyo y es muy normal que si el chico no tiene, una le pague. Además en tu época se casaban y no tenían confianza. ¡Qué sabían del amor!. Hasta algunos no tuteaban al esposo. Ahora es distinto, tenemos más confianza y responsabilidad, y sabemos asumir la verdad de la vida. No me imagino cuando te casaste con tan poco tiempo de conocimiento, cómo te acostaste con casi un desconocido.
La tía nerviosa y alterada, le respondió:
- Sos una sinvergüenza y una fresca. ¡Qué sabes vos del amor! Te crees que sólo se trata de apretarse, bailar y venir tarde. ¿Y el futuro? Nadie habla de casarse. Todos hablan de vivir el momento y después se separan con una frase: "No congeniamos". Nadie habla de constituir una unión sólida. Vos viste que a pesar del tiempo que duró nuestro noviazgo y casamiento, siempre tengo latente la fina sensibilidad del hombre de mi vida. Y no me dejes decirte más porque no te conviene.
- Por favor, tía - replicó Karin - hablás tan eufórica de un hombre que no te dejó nada para recordarlo. Me río cuando decís "fina sensibilidad" sin ninguna prueba, sin ningún hecho que pruebe tu aseveración.
La tía, visiblemente contrariada, fue hasta el ropero y detrás de sábanas y toallas retiró una caja con llave. Abriéndola extrajo unas cartas y guardó de nuevo dos, y decididamente encaró a Karin que sorprendida se tiró en el sillón.
- Me prometí que nunca iba a dar a conocer el texto de estas cartas, pero sos tan altanera y estás tan lejos de la verdad que te invito a leerlas, para que conozcas de quién estamos hablando y no emitas juicios equivocados. Por otra parte, podés compararlo con Presup Comput, y notar la diferencia.
Karin, alterada por la curiosidad, comenzó a leer ávidamente.

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21 de abril
Querida:
Después de haberte hablado por teléfono, escribo estas líneas para que sepas mi sentir al estar lejos tuyo.
Digo sentir, porque a cuatro meses que nos faltan para casarnos te considero parte integrante de mí, de mi pensar.
Cuando no te veo en la semana pero estoy en Buenos Aires, no me doy cuenta de que no te veo, pero aquí, donde a pesar de la compañía me siento solo, no te podes imaginar cuánto te extraño.
Y esto se explica porque media el tren. Son ochenta y seis kilómetros.
Estando en Buenos Aires, si te quiero ver, no hago más que ir, pero aquí no puedo.
Te extraño en total; no solo tu presencia física que es muy hermosa, sino tu presencia espiritual, tus besos, tus caricias, tus abrazos, ese todo que nos comprende y nos hace uno solo.
No te enojes al decir presencia espiritual, porque tu espíritu me acompaña, ya lo sé; sólamente quiero decirte con esto que existe un vacío y que por momentos necesito verte.
Las palabras que ahora voy a decirte ya las conoces pero son las más lindas que se me ocurren. Porque a pesar de conocidas son las que tengo a flor de labios, estos labios que lleva siempre grabado el recuerdo de los tuyos. Te amo, te quiero, te adoro, amorosa, linda, y no sé decirte más, divina.
Créeme, amor, que estando a martes no veo el momento de que llegue el sábado y poder volver a estrecharte esta vez más fuerte que nunca.
Por eso, querida, que yo considero ser ésta la única y más valedera prueba que puedo ofrecerte.
Y con esto yo puedo afirmar que he encontrado el verdadero amor, y que estoy verdaderamente enamorado.
Siempre te he dicho que tú eres mi hada buena y aquí no tan distante pero lejos lo puedo confirmar.
Espero al verte, encontrarte como en este momento te imagino, amor, sola para mí y que me estás esperando, porque esto es lo más sublime: que a uno lo estén esperando y yo lo necesito mucho, créeme.
No quiero despedirme porque es como si no te pudiera ver, sino decirte: hoy llego y abrázame.
Y cuando llegue y me beses y acaricies y yo te estreche tan fuerte como para nunca separarnos, estoy seguro, veré el cielo.
Ya llego, amorosa, y extiende tus brazos divinos para que en ellos y en tus labios vuelque todo este amor ansioso que te tengo.

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28 de abril
Querida:
Al escribirte, todavía me dura una impresión funesta de nuestro último encuentro.
Digo funesta porque esta carta no es a una mujer, sino a mi novia, a mi adorable novia, a la que va a ser mi esposa.
Por eso no puedo explicarme si es el amor que te impulsa a regañarme o es el capricho.
No puede un hombre irse tranquilo con esta situación, que no tiene importancia pero es feo que suceda.
Querida, desde cuando te conocí hasta ahora ha transcurrido mucho tiempo, y cada vez te veo más hermosa, más mujer, más dueña de ti, y por eso es que me olvido fácilmente de todo lo que no esté acorde con lo que somos los dos.

Cuando existe cariño verdadero no se lo quiere perder y a pesar de todos los problemas que hemos tenido, problemas lindos porque son poemas que sucedan al lado tuyo, yo estoy muy contento y conforme de todo.
Mis ojos no te ven más que de una sola forma, amorosa, y espero siempre seas mi ángel salvador y mi brújula en este enmarañado laberinto de la vida.
Hay un todo que nos une y que es indestructible, el amor; pero a esto todavía por si fuera poco unimos los gustos, el carácter y un sinnúmero de cosas que ya sean virtudes o defectos nos da una definida personalidad.
Los cambios que has experimentado desde que te conocí, me hacen que me rinda cada vez más a tu lado y seremos a no dudarlo una de las parejas más felices, en un estricto sentido ideal.
Siempre te digo y es la estricta verdad que tus labios son los más puros y los que me han subyugado de tal forma que no me cansaría de besarlos toda la eternidad.
Tampoco puedo encontrar palabras para elogiar tus ojos, tus grandes y divinos ojos, que con ese fondo azul cielo me hacen, que al mirarlos irradiando tanta pureza, encontrar, que lo único que existe es belleza y felicidad.
Todo, divina, tu cuerpo gentil y tu andar armonioso, en fin, toda vos compones una de las obras más perfectas de la naturaleza y que a veces no puedo convencerme de que soy el más feliz de los mortales.
Ahora, amor que me ves como soy, piensa que solo lo hermoso y sublime puede existir entre los dos.
Con toda mi adoración, amor.

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7 de mayo
Inolvidable:
Todavía me queda grabado, en mi mente los hermosos momentos pasados, el sábado y el domingo.
La impresión de tus labios todavía están en los míos, y es lo único que en estos días que siempre hemos estado juntos, y que hoy por circunstancias especiales no lo estamos, me acompañaron todo el día.
Y te digo más; que sólo recuperé el espíritu cuando oí tu amorosa voz por teléfono, hoy más divina que nunca, por la lejanía.
Y este es mi día de cumpleaños.
Por extraña coincidencia el último de soltero. Pero me consolé imaginándome, peor será faltar cuando estemos casados. Ese sí que va a parecer más triste todavía por no poder estar abrazado a ti, besándote apasionadamente, y mirándome en tus ojos, en ese mar de felicidad.
Divina: quisiera que en este momento tus labios me volvieran a transportar al cielo dándome otros veintisiete besos como el domingo.
Uno por cada año, sí amor, y al escribirte me estoy sonriendo pensando que el día que cumpla sesenta no vamos a poder festejarlo por el tiempo que vas a tardar en dármelos.
Qué hermoso vivir treinta y tres años más con vos, abrazándote, besándote, mirándote.
Solo por esto vale la pena vivir.
Cuando te hablé y llegaste tan rápido para atender el llamado, me pareció encontrarme en el cielo. Porque lo más extraordinario es que a uno lo estén esperando, que se interesen por lo que le pasa.
Y yo de eso no me puedo quejar.
Tengo la novia más atenta y buena, más hermosa y adorable que nadie. Y me parece mentira; yo el incomprendido, el señor complejos, tengo un amor, que además de quererme es mi ángel custodio; y esto es verdad; porque vos sos el ángel más extraordinario que Dios creó, por eso siempre lo invoco diciéndole: gracias.
Ni me quiero imaginar el no tenerte, sería el final; por eso que estoy pensando, que tenes razón cuando me decís que nos lleven a los dos juntos, sería maravilloso.
Porque es sencillamente sin igual, besarte toda la eternidad, abrazados con el lazo indestructible de nuestro amor, divina. Ya llego, amor, y mis labios ansiosos buscan los tuyos, amorosa.

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15 de mayo
Amorosa:
Cuando llegue el sábado y pueda estrecharte en mis brazos, faltarán dieciséis.
Si estas líneas las lee un profano creerá que estoy escribiéndote desde una prisión.
Y en verdad es una prisión. Una prisión de amor y de cariño no satisfechos plenamente.
El seis de septiembre me liberarás de esta cárcel y podré entrar en la otra, pero ya con el consentimiento de Dios.
En esta otra cárcel, la de la felicidad, me sentiré tan cómodo, que ya no querré fugarme.
Es así, divina, cuando nos casemos me tendrás aprisionado para toda la vida entre las rejas de tu adorado corazón.
Amor: cada día que paso te veo más contenta y entusiasmada; esto me hace muy dichoso y feliz pero piensa en el futuro y me asalta una idea: ¿seremos tan felices? Esto es difícil pronosticarlo. Tú dices eternamente dichosos. Yo digo inmensamente felices. ¿Pero se cumplirá?
Vida, el solo pensarlo me causa escalofríos. El pensar que un día podamos separarnos me deja sin explicación.
Y te digo esto porque no es la primera vez que seres que se quieren mucho, por una incomprensión adoptaron ese camino.
Pero tú siempre me has dado la explicación que aquí no encuentro. Nadie quiso ni amó como nosotros dos.
Y yo te doy la razón por ser esta la única explicación verdadera.
Pero no quiero pensar más en hipótesis, sino que quiero ajustarme a esta maravillosa realidad.
Mañana, querida, llegaré a Buenos Aires, y ya al bajar del tren me sentiré mucho más cerca de ti y la vida se me hará más interesante, más hermosa.
Amorosa, ¿te puedo hacer una pregunta?:¿ me querés mucho?, ¿te podré besar el sábado?
¡Qué hermoso! Porque vos siempre decís que sí y también me lo preguntás.
Divina: ya me siento de nuevo melancólico y desearía poder abrazarte y besarte. Se que ésta es la única forma de sentirme contento.
Ya el invierno comienza a hacerse sentir, y a pesar de lo muy serio que es, yo lo veo tan agradable, porque sé que es el último que estaremos separados.
Y ya en los albores de la joven primavera, nuestro amor podrá florecer con las más divinas flores cuyo nombre es a no dudarlo, el tuyo, amor.
Adiós Vida, Tesoro.
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22 de mayo
Amorosa:
Ya en estas últimas quince semanas que nos falta para llegar a la meta hermosa de la felicidad, me doy cuenta que falta tan poco.
Pero si volvemos atrás, veremos que son casi siete años desde el venturoso día que te cruzaste en mi camino.
En ese jardín que hemos construido los dos con nuestros problemas y que ahora dentro de quince semanas recogeremos las flores que hemos cultivado, hemos tenido también muchos sinsabores.
Y es una cosa normal; ningún agricultor pudo recoger todo lo que sembró y a nosotros nos está pasando lo mismo.
Vida: yo creo que no nos podemos quejar.
Los árboles del amor que hemos plantado darán recién sus frutos cuando nos casemos, pero ¿están bien seguros?
No habrá problema por más fuerte y enojoso que sea que pueda secarlos.
Y te digo más: a medida que pasen los años cada vez serán más y se pondrán tan frondosos que será imposible destruirlos.
Así de fuerte como de adorable nuestro amor.
Divina; da otra mirada al jardín; te fijaste, el invierno no puede helar a nuestras flores, más que flores, pimpollos.
Si te fijas bien, más que frío hay un verdadero calor de hogar que al pasar de las semanas se transformará en el fuego adorable e interno de nuestro cariño.
Septiembre, el mes de las flores, y podemos afirmar que será el septiembre más septiembre que nunca.
Por eso asocio nuestro amor a las flores; porque los momentos, los primeros momentos que pasemos realmente solos será en el mes de los enamorados.
¡Qué dicha amor, que te guste que te diga estas cosas, y que las leas con tanto interés! Reconforta mucho que te preocupes tanto, eso es señal de mucho cariño.
Linda: en estas cartas va todo mi verdadero pensamiento, el que tengo cuando me miro en el fondo de tus regios ojos.
Y así de azul está vestida mi esperanza. Una esperanza pequeña, simple, pero que como toda esperanza es inmensa e insatisfecha.
Pero al pensar que desde el primer sábado de septiembre haremos todo juntos, no hago más que esperar ese día, poniendo mi pensamiento fijo en vos.

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26 de mayo
Vida:
Después de la borrasca asoma el sol.
¿Te acuerdas cuando te pregunté si no nos entregaban los muebles si igual te casarías?
Y tu divina respuesta fue: "yo te quiero y me caso con vos sin nada, soy feliz igual sin muebles".
Estas palabras fueron otra demostración de tu cariño y ahora a sólo catorce semanas del venturoso día en que uniremos nuestros destinos, ya tenemos nuestros muebles.
Y por lo trabajoso y por tus palabras, y porque será el refugio de nuestro amor, son los más extraordinarios.
Querida: tú eres mi suerte, por eso no me va mal.
Amor: ahora en este momento viene a mi mente el sábado pasado.
Ese abrazo fuerte que me diste, esos besos encendidos quisiera tenerlos ahora, en este momento, que me encuentro acompañado por fuera; ¡pero si vieras qué solitario está mi corazón!
Y es porque nada se puede comparar a tu presencia, a tu compañía.
Solo a mi madre confío mis cosas y desde hace un tiempo también tú sos partícipe. Esto ocurre cuando uno se convence de que lo quieren bien, y de ti lo único que puedo pensar es eso.
Ojalá amor, que siempre ocurra esto, es tan hermoso. Esas rencillas que solo las produce el cariño, lo hacen cada vez más fuerte y más invulnerable.
Tenemos mucho tiempo en este lugar y me alegro porque de esta manera voy a poder seguir escribiéndote y acompañándome, al pensar en tu ideal presencia.
Te amo, te adoro, te quiero, divina.
Que estas palabras queden aquí grabadas por siempre, y que a través de los años cuando releas estas simples estrofas, puedas rejuvenecer aunque seas muy anciana y que te dirán cuál ha sido siempre mi pensamiento.
Estas mismas palabras te las diré siempre.
Yo no sé porqué siempre me parecen nuevas, que nunca te las he dicho.
Y a decir verdad, son las únicas que me salen de lo más recóndito de mi corazón, además de: amorosa, divina, vida, amor.
Cuando el sábado te vea, tú decidirás si quieres que las vuelva a pronunciar, si no te cansan.
Y ahora pregunto: ¿Me quieres, amor, estás contenta, todas las flores de tu amor me pertenecen a mí sólo?
¿Sos feliz al lado mío? Vida.

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3 de junio
Divina:
Ya el jueves te veré en casa y luego el sábado y el domingo.
Y me pongo contento; tan contento porque la semana se acorta mucho, tanto que ya estoy saboreando el encuentro.
Todo se está acortando. Ya sólo faltan trece sábados para que seas mía para siempre.
Y aquí me quedo pensando. El número trece. Este número que nos persigue tan bien y que nos ha dado tan buena suerte, es tu número.
Sí, y por eso nos da tanta suerte; es evidente que no podía faltar el calendario de nuestro día.
Tengo la ilusión, vida, que ahora las semanas se irán más rápido, se acercarán más hacia la felicidad.
Amor, toda la flor que hay en ti, cada día da más perfume y sabor.
Te extrañará lo de sabor, pero es cierto. Tú eres la perfección, porque toda flor arroja su fineza aterciopelada, y esparce su encantador aroma; pero tú aparte de todo eso das un apetecible sabor a todos tus encantos.
Por eso eres la perfección. No puedo comparar el adorable sabor de tus labios, rojos como fresas, y el aterciopelado cutis que posees y que sólo es comparable a la suavidad del pétalo de la rosa.
Pero tú eres más perfecta, porque la rosa aunque tenga vida sólo se la puede admirar y percibir sin perfume, más tú tienes los ojos más hermosos y grandes que he visto y tienes por voz un arrullo, que cuando llega a mí me hace estremecer de dicha. Mis oídos te pertenecen desde que te he escuchado por primera vez y para mí no existen palabras más maravillosas que las que tú me dices.
La flor, amor, no abraza, no mira, no besa y tú haces todo eso.
La flor no tiene andar y tú subyugas cada vez que tus pequeñísimos piececillos se posan en el suelo.
Y tampoco la flor, divina, tiene esa gracia maravillosa que irradias y ese garbo delicado y subyugante que tiene tu delicado y armonioso entorno.
Más tampoco la flor, amorosa, tiene tu exquisito y delicado pelo, que puedo tomarlo entre mis manos, acariciándolo mientras te beso.
Ese manojo de hilos de oro, sólo puede compararse a los cabellos de los ángeles y por esa razón sólo puede pertenecer a una virgen como tú.
Y ahora mientras lees te detienes, me miras, y me preguntas: ¿es cierto, amor?
Sí cariño, es cierto. Tú no verás ni te apreciarás tan hermosa, pero yo sí.
Y es encantador que a un recipiente como yo, el destino le coloque unas flores tan incomparables como tú; un recipiente tan vacío y solitario, tan rústico, que se troque en el más fino y delicado cristal, sólo porque tú vas a habitarlo con tu hermosura, que irradia tanto amor.

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9 de junio
Adorable:
No pude esperar y tuve que escribirte enseguida, divina.
Y esto ocurre porque el domingo fue el día más maravilloso de todo nuestro noviazgo, porque estuvimos más compenetrados y cerca, porque nuestras dos almas se complementan admirablemente.
Solo dicha vivo desde ayer, que comprendí todo lo maravilloso que es vivir al lado tuyo.
Chiquita: te acordás lo que te decía? El tiempo se pasa volando y ya estamos con el plazo tan cerca que no tenemos casi tiempo.
¡Solo doce semanas!
Lo único que me olvidé adrede, fue decirte que vendría el viernes, directamente desde este lugar y hasta con las valijas.
Yo te noté ayer que me mirabas como diciéndome: ¿no te acordás que fecha es el viernes? Pero me lo callé.
Perdóname amor, pero quería darte una sorpresa para que recordemos con más vehemencia aquel precioso día.
13 de junio, entré por primera vez en tu honorable casa.
De esto hace cinco años. ¿Te acordás, amor, qué te regalé ese día? Un libro y una medallita de San Antonio.
Ahora, a cinco años, quiero hacerte un regalo distinto, algo que quede siempre imborrable, que diga lo que siento a todos y que además aprisione tu delicada muñequita.
Vida, es la pulserita que siempre te gustó, que no vale gran cosa, pero en la cual he mandado grabar esa fecha maravillosa, esa fecha nuestra, de los dos.
Para que todos la lean, en la parte externa está tu hermoso nombre y en la parte interna algo que se aprisionará y contará los latidos de tu corazón: cinco años, amor.
Cuando por primera vez el viernes cierre el clip, quedará definitivamente esclavo mi amor, para ya no poder salir más.
Hermosa prisión en la que coloco mis sentimientos y para ello elegí este, mi último regalo de soltero.
Cada uno de los eslabones irá marcando las etapas que recorre mi corazón y al cerrarse ya quedará prisionero,pues podrá saltar de eslabón en eslabón, pero no podrá salir del círculo de tu cariño.
Estás leyendo, me mirás, y estás esperando que cierre el clip. Ya lo hago amor, ni bien termines de leerla.
Vida, comprendes que para mí no hay mayor satisfacción que hacerte feliz.
Amor, te confieso que había pensado en una flor pero me dije: imposible; regalarle una flor a otra flor no tiene sentido. El hogar nos está esperando, divina. En el cuarto azul de la esperanza, como el fondo de tus ojos, está la aureola del cariño flotando.
Ven amor, entremos juntos de la mano, fuertemente apretados.
Mira, divina, hacia el costado; es la ventana de la ilusión; miremos por ella.
¿No ves el cielo? Y más allá ese paraje poblado de ángeles. Sí, amor, es el paraíso adonde nos conduce nuestro amor puro y sincero.

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18 de junio

Amorosa:
La verdad, amor, que lamento no poder ir a verte el viernes, pero comprendo que no puede ser de otro modo.
A sólo once sábados de nuestro día, estoy sumamente atrasado en mis estudios, debido a que por la soledad que me rodea no puedo acostumbrarme.
Lógicamente estudio, no te creas que por lo que te digo no hago nada; no, estudio pero no como yo quisiera. Lo único que deseo es dar esta materia antes de casarnos, pues cuando ello suceda, sé que voy a estudiar más con tu incomparable ayuda.
Vida, siempre pienso que tú me ayudes, me corrijas y hasta me enseñes, pues de ti se puede aprender a ser perfecto.
Amor, mi pensamiento vuela ya donde estás tú; y quisiera poder abrazarte y besarte.
Parecería que nunca lo había hecho, y esto aunque te parezca mentira, es cierto.
Una experiencia sencilla puede demostrarte que digo la verdad. Cuando una persona obtuvo todo, ya no le da importancia. Esto ocurre con lo simple. Pero tú amor, eres compleja. Siempre muestras un matiz que es digno de estudio y cada vez que se investiga, aflora la distinta gama que lo compone.
Por eso cada vez que llego, te miro y trato de poder descubrir qué nueva sorpresita me brinda tu ser.
Y sin embargo, siempre se cumple lo mismo. Eso es lo extraordinario. Siempre te beso y siempre es distinto. Siempre te abrazo y cada vez te aprieto más fuerte, no queriendo dejarte más. Esto es amor, cariño, adoración, devoción.
El amor es un dolorcito hermoso que sólo se calma cuando soy acariciado por ti. Por eso te pido, vida, que me acaricies cada vez más, y me beses apasionadamente y me abraces cada vez más fuerte.
Mira querida, pensaba hoy decirte cosas nuevas, pero ya ves que el círculo de tu cariño me ha aprisionado y no me permite pensar en nada más que en ti.
Faltan once sábados, amor, y mi vida cambiará radicalmente. Luego seré el jefe del hogar que compongo contigo y más que jefe, compañero, amigo y adorador tuyo.
Amor, hoy me dije: si cuando nos casamos todavía estoy aquí, seguiré escribiéndote y te pondré como referencia también los días que te veré, pero ya no serán los sábados, pues los viernes te veré para poder estrecharte entre mis brazos.
Que hermoso es, mi vida, pensar que nos llevemos siempre así. Es que la lejanía que sufrimos nos hace estar más cerca. Lejanía, palabra que indica separación y que sin embargo une tanto, que fortalece mucho el vínculo de los novios y de los esposos cuando realmente se quieren.
Falta muy poco amor, y hasta hace poco parecía tanto. Hoy ya me siento mucho más contento al haberte escrito. Créeme amor, que siento realmente el no poder ir el viernes. Espero que tu infinita bondad me perdone.
Te idolatra.

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25 de junio

Idolatrada:
¡Qué día domingo he pasado! Tan lindo, tan hermoso, que dan ganas de que se repita.
Es que estabas tú, amor. Para mí será un día inolvidable porque es la primera vez que venís a casa desde  la mañana, que comemos y estamos juntos.
Y esto ocurrió a sólo diez sábados de nuestro casamiento. Ya comienzo a vislumbrar los deliciosos domingos que pasaremos.
Amor, esta semana estuve estudiando con más voluntad y perseverancia, y creo que podré dar un buen examen. Ni salgo al cine, querida, porque quiero entrar en la vida matrimonial estudiando en forma para luego no pararme más.
Abrojito mío: hace seis años y medio que te prendiste a mi corazón y estás tan fuerte que ya no te puedo desprender. Y esto me causa un dolor tan intenso, que la única forma de calmarlo es cuando te veo.
Chiquita, en este momento llueve mucho y me pongo melancólico. Y pienso en ti.
¡Qué lástima que tú no me sientas!
Años y años te llevaré de la mano y no te soltaré jamás, salvo que tú te canses y me lo pidas. Ese, el camino de la vida donde tanta asechanza para separarnos hay, es el que andaremos.
Vida, tú sabes que siempre te cuidaré porque para mí no hay otra cosa más importante que tu vida. Esa vida que vivirá conmigo toda esta corta eternidad ,y digo eternidad porque espero que cuando ya no existamos, sigamos amándonos en el cielo, donde nuestras almas se confundirán en una sola.
Amor, ese espinoso camino trataré de sortearlo con dedicación a ti, estudio y habilidad. Pero así, espinoso y toscamente escabroso es el que hay que seguir, porque el llano y sencillo no conduce a la felicidad.
Pero yo tendré mi recompensa. Con sólo poseerte, estoy bien pago y en la eternidad, disfrutaré todo este sacrificio, pues podré dedicarme íntegramente a ti sin dejarte ni un solo segundo.
No se puede tener todo y por eso hay que luchar. Y yo tendré que luchar el doble, porque te tengo a ti, que eres el todo.
Tú eres, vida, el descanso, el reposo, el bienestar. Pues con sólo mirarte tendré renovados bríos para continuar. Ojalá todos tuviesen recompensa como la mía. El llegar alto me atrae porque lo compartiré con vos, sino no tendría sentido.
Adorable, dentro de diez sábados comenzaremos a andar hacia la meta. Y yo te llevaré en mis brazos para que ni una sola espinita, ni ninguna imperfección del sendero te hiera ni te manche.
Es imposible que algo pueda manchar pureza semejante, porque hasta yo trataré de ensalzarla más aún.
Te idolatro, mi amor, y sólo quiero verte feliz y pido a Dios que me dé fuerzas para poder hacerlo, pues de esa manera, también lo soy yo.
Florcita, será hasta el sábado. Adorable, nunca te puedo decir adiós, porque me parece que no te voy a volver a ver y el sólo pensar esto me hunde en la desesperación más trágica.
Mi pensamiento está contigo, "Incomparable".

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2 de julio

Idolatrada:
¡Qué cielo más límpido es el de tu persona, toda pureza y humildad!
Desde que el hombre buscó la razón de su existencia, siempre miró hacia arriba preguntando con la mirada: ¿Qué hay en el más allá?
Yo, ya en el siglo veinte, también busco la explicación y por convicción, me imagino a Dios, el ser inmutable, todopoderoso al que en el fin de la vida, tendré que recurrir, siempre que mi pasaje haya sido bueno.
Pero aquí en la Tierra te he encontrado a ti, igual que yo, de barro, para que puedas acompañarme a lograr aquello, y si es como yo pienso que el verdadero cariño pasa la frontera de lo perenne, seguirá en lo desconocido complementándonos.
Por eso te miré, para buscar en ti la solución.
Amor, toda cosa que es finita tiene tres pasajes bien definidos; su nacimiento, en el cuál se lo puede destruir si no se ayuda; su madurez, en que ya no se lo puede frenar y constituye este el momento más espléndido de todo su devenir, en que se aúnan las máximas sensaciones con su total desarrollo; y su decadencia, que anuncia el fin y en este momento sólo queda el sabor de lo que ocurrió y la amarga realidad de que ya no puede suceder. Así, divina, es el beso y el abrazo, y también la mirada.
Cuando te beso, al comienzo, el deseo es irresistible pero basta que tú no te muestres accesible para que muera el deseo. Si por el contrario, te sientes a gusto, en el momento en que lo estamos haciendo, siento por mi ser una extraordinaria sensación que tiene un sabor, que jamás cosa alguna que he probado la tiene y quisiera que nunca feneciera, apurándome apasionado por beber de un solo soplo todo tu aliento y poder comer el maravilloso maná que representan esas dos fresas rojas.
Luego de esta cúspide, va declinando el esfuerzo, quedando nuestros labios como si fueran uno solo, como si no se fueran a separar. Pero cuando comienzo a alejarme, en ese preciso instante, siento el fuego abrasador en el que quisiera quemarme por toda una eternidad y en seguida siento en mis labios el sabor de los tuyos, y también la amarga sensación que tanta delicia terminó.
Te puedes imaginar, adorable, que no puedo irme nunca plenamente satisfecho.
Toda tú eres una nube blanca, inmaculada. Toda copos de nieve en la que parezco sumergirme, pero siempre floto. Allí en ese bellón inacabable, me posaré para buscar el descanso sublime y poder mitigar de esta manera todo el cansancio.
Nubecita, rodéame con toda tu bruma y deja que me quede allí siempre.
Nueve sábados, nueve peldaños faltan hasta tu cielo, amorosa.
Ya comienzo a cegarme por la luz incendiaria de tus ojos, con ese extraño fondo cielo y que lo único que me permite es contemplarte sólo a ti, divina.
Florcita, todo mi amor me llevó a dedicarte estas humildes estrofas:

              ace la tierra sus flores
              A cabadamente hermosas
              Y no me puedo explicar
              D ecididamente diosa
              l encanto de tu ser, que delicioso me brindas
              s que también eres flor, la más flor entre las flores.

                                                 Con todo mi corazón, amorosa.

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7 de julio

Divina:
Todo este mar profundo y azul bambolea mi barca. Más siempre, tú que eres el mar, me tienes navegando.
Es que no quieres que naufrague en esa vertiente de amor, hasta ocho semanas más. Y cada vez te muestras más arrogante y despectiva, haciendo todavía mas cruel la espera.
Cariño, hazme naufragar para que yo vaya a ti, o subas a mi navío.
Te confieso que no lo puedo dominar porque me falta la brújula de tu adorable amor. Pero si tú vienes a mí, podrás manejar el timón de mi corazón y las velas henchidas de mi ansiedad empujadas por la brisa de mi cariño nos conducirá al puerto de la felicidad.
Y en verdad, tú eres el mar, que de afuera se mantiene siempre igual, con su oleaje a veces bravo, a veces suave y ondulante. Pero no hay más que hundirse en él para poder comprobar que es muy difícil salir de esa maraña que no aprieta pero envuelve.
Y cosa paradójica, uno se siente aprisionado, pero se maravilla con sus lugares de ensueño que constituyen un mundo aparte y se sobrecoge ante sus misterios insondables que no tienen explicación.
Así eres tú, amor, firmamento, nube, brisa, primavera, mar, flor, en fin toda la naturaleza tiene tu nombre.
El nombre es solo una denominación y para mí llamarte flor, primavera, es pronunciar tu nombre. Qué maravilloso nombre: con cada una de sus letras se puede hacer el poema más hermoso y aunque no soy poeta, el sólo pensarlo me llevó a dedicarte estas mal rimadas estrofas:

                      H ay amor en el bello encanto que
                      A flora todo tu ser.
                      Y me tiene subyugado
                      D elirando apasionado, por poderte poseer.
                      E s que todavía vida, me tienes abandonado
                      E sperando el dulce día en que me puedas querer.

Divina, espero poder llegar más profundo todavía en tu corazón y en esto soy egoísta pues quiero ocuparlo todo, para que tu pensamiento y tu sentir pertenezcan sólo a mí.
Idolatrada, perdona si soy tan exigente, pero sin ti me hundiría en las tinieblas del desencanto. Y es tan horrible vivir sin que lo amen a uno.
Insondablemente triste es la desesperación de que tu flor no me perfume. Ese perfume que me envuelve y me subyuga, que me embriaga y me transporta a ese mundo que solo a ti pertenece y que se llama encanto.
El panorama es claro y sólo en ese mundo, tu mundo, puede vivir mi sentimental pasión y en él podrá vegetar eternamente porque constituye lo abstracto, lo que no fenece nunca.
Tu perfume, amorosa, me hizo aprender a abrazarte, a besarte, a mirarte, me enseñó a idolatrarte, a no poder vivir sin ti.
Mi camino inexpungable ahora se cubre de flores porque mi camino eres tú. Tú lo cubres para que mis plantas no hollen las espinas y me embriagas con tu aroma para que me amnesie y no pueda acordarme de la miseria moral que nos rodea. Ese es el milagro del amor y ya que milagros pueden realizar solo los extraterrenos, yo te proclamo Diosa de mi corazón.

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17 de julio

Cielito mío:
Tus nubecitas no hacen más que inspirarme y mi mente llena de cansancio reposa en su mullida blancura. Siete amor, nada más que siete son las nubecitas que me faltan visitar, y luego todas se cerrarán en una y allí envuelto viviré los días más plácidos de mi existencia. Luego vendrá el momento de dirigirme al más allá. Pero desde tu nube el paso será fácil; está tan cerca, como que desde allí será una continuación de los dichosos momentos que habré pasado.
Siempre pienso, vida, que el calor de un enojo puede deshacer tu nube y transformarla en lluvia y entonces caeré desde tu cielo a la miseria terrena y ya no tendré posibilidad de elevarme, porque desde la tierra donde se vive lo artificial, el pero de los prejuicios no libera las alas para la superación espiritual.
Y vagaré transformado en polvo sin tener descanso. Esta es la verdadera forma de la felicidad, lograr transportarse a lo abstracto por medio de algo sublime. Y ese algo, abrojito, ese algo eres tú.
No sé, chiquita, lo que tu adorable mente piensa. No sé si necesitas también como yo algo distinto, extraterreno.
No sé florcita, si el amarme también a tí te transporta. Tampoco cariño puedo saber si tú necesitas alguien que esté a tu lado, que viva solamente para ti y nada más que por ti.
¿Te sorprende esta ignorancia? Amorosa, qué puedo saber yo que lo único que te pido es que seas mía, solamente mía. Y tampoco me explico cómo puedes querer a un ser tan egoísta que a tanto tiempo no sabe a ciencia cierta si estás verdaderamente conforme, si eres realmente feliz, si hay algo que empaña toda tu blancura.
Quiero también decirte que no te merezco ciertamente, porque el que quiere mucho, el que ama, solo exige poder hacerlo y no le importa que lo retribuyan. Tú sí que te comportas en esa forma;.yo en cambio soy tan perverso, que exijo que tú también me retribuyas más cariño si pudieses, del que yo te brindo.
Por eso amor, te agradezco infinitamente que tu adorable pasión me haya transportado hasta tu nube, transformando mi materialismo en una dulce secuela espiritual.
Nunca me abandones, vida, porque será dejar una hoja en la tempestad. Será bambolearme mientras tenga resto de tu espiritualidad y luego caeré destruido por todas las fuerzas de la materialidad, que componen la bajeza del universo, porque sin tu alimento de abstracta espiritualidad, caeré débil ante el mal incurable.
Adorable, de sólo cosas caducas a que dedicaba mi obrar, ya comienzo a divagar pensamientos imperecederos. En este momento sublime y envuelto en tu nube, sólo puedo pedirle, amor, a tu corazón, que me inspire mejor cada momento para poder dedicarle lo más seleccionado que mi estrecha mente medita:

                  H ay una estrella en el cielo, que encanta por su hermosura.
                  A veces se deja ver, a veces se esconde ufana.
                  Y al no verla me entristezco y me corroe la duda.
                  D ime estrellita divina, ¿aparecerás mañana?
                  E spero aquí, no me muevo, ¿no te apiada mi ternura?
                  E s que esa estrellita eres tú, que de mi alma es soberana.

Eso amor, eso eres tú, una estrella que refulge maravillosa, pero que no se quiere hacer ver hasta que no recorra todas las nubecitas. Y yo cada vez más ansioso por cegarme, me parece que tardaré siglos en recorrer esas nubecitas.
Piruchita, ayúdame a llegar rápido o mi corazón estallará al no poderse alumbrar. Tú que eres la luz, no conoces que es la oscuridad, cuál es la insondable tiniebla que rodea este infierno de amor desesperado que has despertado y que no quieres acunar en tus brazos, que es el paraíso.

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24 de julio

Estrellita mía:
La naturaleza toda me está mirando y me envidia. Ella se pregunta: ¿de qué poder maravilloso estará dotado para que así me hurte la más perfecta de las flores del jardín del paraíso y yo no pueda impedirlo?
Se equivoca la madre natura; el único poder superior que tengo es mi corazón, que sin cesar irradia los rayos tibios de amor profundo y sincero que han llegado hasta lo más recóndito de tu sentir, y por eso te dejarás raptar, para que en mis brazos te pasees en el camino sin fin de la felicidad.
Florcita, ya a solo seis peldaños, podré sacarte del jardín y constituir el paraíso pero en mi hogar, donde serás reina no sólo de él sino también de todo mi ser.
Mira nubecita, que aunque en ese jardín divino hay flores muy lindas, sólo tú reúnes todo lo que mi corazón ambicionó desde que empezó a seleccionar belleza y perfume.
Eso eres tú abrojito, algo abstracto, algo que sólo pueden distinguir y percibir los sentidos, que reúne la mágica sensación que atrae y sin embargo no llama, que da sabor y sin embargo no se gusta.
Lo mismo es, esa borrachera que causa tu perfume, que aunque uno no quiera lo lleva a abrazarte y entonces se embriaga más y más y en ese momento corre por los sentidos el licor de la vida, esa savia incomparable que mueve el engranaje de la felicidad.
Amor, sólo a un filósofo o a un loco se le puede ocurrir, meditando o divagando, el trasplantar el paraíso a una flor tan esplendorosa, pero es que la quiero llevar a mi hogar y soy tan idealista, tan utópico, que me imagino regocijándome, que mi refugio cotidiano será una réplica del país eterno y maravilloso.
Divina, sólo allí puedes albergar tú, sólo en el confín imaginario y solemne donde reina la verdad y se desecha el prejuicio, donde a un solo acorde las trompetas de lo sublime den el toque de atención, recordándonos que lo terreno fue un mal sueño y que nos aprestemos a vegetar sin pausa ni prisa el sueño de los idealistas.
Pero medita, amorosa, como ángel que eres, si no te perjudicas, si no debes ser tan generosa, porque yo igual estoy bien satisfecho con que el destino haya posado en mi palma esa gota de rocío venido del espacio celestial.
Ese rocío, que cada mañana acaricia mi mejilla, no es el mismo que bendice a la tierra y besa las flores, porque ese rocío es mío, porque eres tú. Y desde que entraste en mi existencia no envidio a la corteza ni todo lo que en ella hay, porque ellas son materias y yo en cambio, puedo volar con mi imaginación a abrazar y a besar a ese rocío.
De la nube baja el rocío y yo quiero ver nacer al rocío, quiero verte a ti.
Ya apresto las alas de mi ansiedad apasionada para llegar adonde vuela mi imaginación, a esa nube milagrosa que forma tu ser y tu perfume. Y allí envuelto entre las gotas de tu rocío recibiré el milagro de la purificación, porque amarte es salvarse.
Ya te decía, rocío milagroso, que es de filósofo o de demente el creer en un milagro, pero yo te idolatro y confío en el milagro de tu amor, que para mí es el paraíso.

                   H oy que solamente faltan nada más que seis peldaños
                   A la puerta del amor, en la morada de la dicha.
                   Y a mi corazón contento salta raro, salta extraño
                   D iciéndome a cada paso - Allí dentro, está la vida.
                   E s que quiero entrar, florcita, y quedarme años y años.
                   E sbozando ardientes besos, que te colmen de alegría.

Emperadora de mi alma, te adora con todas las fuerzas de su corazón.

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30 de julio

Amorosa:
Los campos, el mar y el cielo se aprestan a recibir tus pasos, a los que seguirán como profanos los míos, que aunque no lo merezcan se han aferrado a ti y no quieren dejarte.
Todos te ofrecen sus encantos, pues todos quieren serte agradables.
Los campos, sus trigales bamboleantes, sus flores aromáticas y su perfume húmedo de corteza.
El mar, su flexibilidad, su fuerza, su rumor, y también sus tonalidades asombrosas, que van desde el cristal de la playa a lo turbio del río, pasando por un tornasol maravilloso en el cual los matices más insospechados se dan cita.
Y el cielo, sus estrellas, su atmósfera siempre de formas caprichosas y que se suceden desde el azul al gris, interrumpidos por vellones de nubes blancas. También te ofrece su infinito, cada día menos descifrable.
Pero, ¿qué te pueden mostrar que tú ya no tengas? En tu figura se combinan la flexibilidad del mar, el bambolear de los trigales y las formas caprichosas de la atmósfera.
Tu piel tiene la suavidad de un pétalo de flor y la blancura de una nube.
Tu voz es el rumor indefinido y atrayente del mar.
Tus ojos condensan la cristalina limpieza del agua de la playa, el azul mágico del cielo, la potencia fulgurante de una estrella y el infinito mirar indescifrable.
Tu belleza tiene el perfume arrobador de las flores y el aroma húmedo de la corteza siempre tan absorbente.
Tu corazón y tu alma tienen la fuerza y perseverancia del líquido elemento.
Amor, mis pasos te siguen y por eso puedo observarte. ¡Qué bella eres! ¡Qué gracioso garbo tiene tu andar! ¡Qué insinuante y delicado es tu ser!
Soy tan pobre de encantos que nada puedo ofrecerte. Soy un hombre.
Lo único que puedo pedirte es que tu mirada de infinito se pose en mi corazón y que tus adorables manecitas lo tomen y hagan de él lo que quieran.
Eso soy yo, un corazón, y eso es lo único que puedo darte.
¿Podrás querer a mi corazón y arrullarlo junto a los latidos del tuyo?
Ya sé, vida, que es mucho lo que te pido. Perdóname.
Yo que estoy hecho del barro de la vida, quiero elevarme hacia tu pureza y por eso te sigo. Ya has pasado por todo lo terreno y también por el mar. Ahora vas hacia el infinito que te ofrece el cielo. Una vez rotas las barreras que separan lo perenne de lo inmutable, reinarás en el trono de la dicha.
Yo también , adorable; quiero morar allí, contigo.
Solo cinco pasos me separan de ti y me apresuro a descontarlos y al alcanzarte me postraré ante tu alma pidiéndole que me lleve para poder idolatrarla toda mi vida.

                                 H ace muchos, muchos años
                                 A llá, en el cielo celeste
                                 Y acía muy triste un alma, preguntándose extrañada
                              ¿ D ónde encontraré mi amor que me tiene abandonada?
                                 E speró, más todo vano. El amor no aparecía
                                 E ntonces murió de pena. ¿Por qué, amor, no la quisiste?

                                                               Te ama

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5 de agosto

Amorosa:
Plácidos días me esperan en la villa del encanto. Será mirarte y ser feliz. Allí donde tú moras, donde los días son más esplendorosos y donde las noches son de mágica tibieza, bañada de luna, allí espero que tú me recibas.
Allí donde no existe el futuro porque todo es dicha, donde las aves posan encantadoras en tu mano divina porque saben que es como posarse en una nube.
Allí donde el crepúsculo no da tristeza, y extasía a los ojos contemplando su madurez de noche, y el alba incita a la vida como una cigüeña que vuela con su carga maravillosa.
Tampoco existen estaciones que fijen la amargura del invierno y la sofocante acción del estío. Tampoco vegeta el otoño que es índice de que el fruto ya ha pasado su madurez y caerá cansado de vejez.
Allí donde tú moras, siempre es primavera, siempre la vida renace porque el vegestorio ocaso no tiene cabida, porque no existe el fin.
Esta morada de ensueño la constituye tu persona, porque basta que tú holles con tus piecitos un lugar, para que este se transforme y se rodee de una aureola insospechadamente hermosa.
Y si quiero ver el paraíso, me acerco, miro tus ojos y veo el azul del cielo. Esos ojos son las ventanas por las que me asomo al infinito y contemplo cómo la vida es fulgurante primavera.
Y si lloras, cada una de tus lágrimas se asemeja a la gota de rocío que descansa en una flor al fin del alba, y el conjunto de todas forma en tu pañuelo el manantial cristalino y rumoreante, donde yo bebo tu amor y purifico mi alma.
Tú que eres la femineidad encarnada, te asemejas en cada detalle a la pura virginidad de las Vestales Romanas, y tu contorno delicado es el que inspiró a los griegos a imaginar a la Venus de Milo, diosa de la belleza.
Y también tu belleza alcanza tu alma, porque no te cubres de la costra infecta de la maldad, que afea más que la imperfección aparente.
El egoísmo y la envidia transforman al ser en una fiera monstruosa, capaz de destruír lo más sagrado, su propia alma.
Estas taras suplen a las virtudes, que no son más que posiciones razonadas del individuo.
La claridad y franqueza de tu mirada es la mejor carta de presentación de tus virtudes.
 Quieres todo lo bello pero con lealtad, con valentía.
Por eso mereces que el cielo se pose en tus ojos y que el pétalo perfumado se haga carne en tus mejillas.
Por eso te ofrezco mi vida, que es tuya, que sufre al tener que estar alejada todavía cuatro siglos, porque siglos son las semanas que estoy lejos de ti.
 Abrojito para ti, con todo mi corazón:

                              H allé en tu mirada suave
                              A lgo que yo no comprendo
                              Y te pregunté tristón: - ¿Tú eres como las aves?
                              D ime entonces, pajarillo, por qué me miras riendo.
                              E scamoteando el amor que cierras con fuerte llave.
                              E ngañando al corazón, que al no entrar está sufriendo.

Incomparable, tu amor ha logrado deshacer el hielo pétreo que cubría mi corazón. Cada latido pronuncia tu nombre y cada sentir te abraza y te besa con pasionaria devoción.

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Karin, que durante toda la lectura no se había movido del sillón, al terminar abrazó a la tía y llorando dijo:
- Perdóname, no conocía tu secreto y ahora comprendo lo de "fina sensibilidad" y porqué no te casaste de nuevo. Son recuerdos muy profundos y que ocupan todo tu corazón, y no permite ni el más pequeño resquicio para otro amor. Pero estas cartas llegan hasta tu casamiento. ¿Luego no te escribió más?
La tía, visiblemente emocionada rompió a llorar. Después de un rato le dijo a Karin:
- Sí. Me siguió escribiendo dos cartas más. La primera tiene el mismo tenor que las anteriores. Pero luego antes de un viaje, injustamente me disgusté con él, por unas nimiedades sin importancia y en esa última carta me refiere ese hecho y me explica su proceder.
La tía vuelve a llorar desconsoladamente y Karin, rendida por la curiosidad, toma las dos cartas restantes y las lee en voz alta, recostada en su tía.

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11 de Noviembre
                                                                            

Nubecita de algodón, copito de nieve:
Esta es la vez que he estado más lejos de ti: casi cuatrocientos kilómetros y aquí en la soledad, veo cuánto me quieres y lo que te necesito.
Pensaba decirte tanto de mi amor, cada vez más apasionado por pasar siempre juntos los momentos más hermosos; porque hermosos son los escollos al lado tuyo. Pero mi pensamiento se traba en una idea fija, volver a verte, a besarte y abrazarte y que no nos separemos más.
A veces, estrellita, la solución es una isla con palmeras cimbreantes y olas murientes en la playa solitaria, sin que ninguno pueda perturbar la contemplación de nuestra estrella y así transportándonos, tendremos que mirar el manchado mundo donde todo es mentira y lucha.
Bochita, muero en deseos de verte y decirte de nuevo que te amo como el primer día, porque ya no puedo acostumbrarme a no verte ni oír tu cristalina voz, que como un susurro de ángeles me reprocha mi lejanía. No es por mi, vida,que lo hago, ya lo sabes, pero igual quiero disculparme por no dejar todo y dedicarme sólo a ti y a tu amor.
¿Qué se puede decir a la esposa que ella no sepa? Nada. Sin embargo, al escribir esta esquela, me lleva a hablar contigo sin que parezca un loco o un maniático, contando al invisible emisario del espíritu sus penas o cuitas sin remedio.
Más las mías sí tienen remedio, pues al llegar, podrá estrecharte cada vez con más encendido cariño y allí se acabarán, para transportarme al sagrado templo que es el hogar de tu alada mano, sacerdotisa de mi voluntad.
A tí sí, me postraré para que sacrifiques mi adoración por tu cariño.
Ya ves, no puedo contarte nada porque solo la idea fija es verte y de esta manera mi voluntad se somete a tu recuerdo.
Mi corazón apurará el tren de la ansiedad para que me envíe al andén de tus brazos y me conduzca al dorado aposento de tu amor.
Te idolatra con frenesí.

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25 de Noviembre

Esposa querida:
Honda amargura invade mi corazón y la reflexión es mi consejera y compañera.
Es este, posiblemente, el momento más crucial por el que atraviesa nuestra unión de cariño, con lamentables problemas que yo no puedo ignorar porque hacen a la estructura del matrimonio y del que ceder traería graves renunciamientos fatales para la jefatura del hogar.
¿Qué es la jefatura del hogar?. Lo sabes; no importa, te lo diré lo mismo.
El hombre, si bien tiene el halago de disponer, también tiene que actuar y pensar para que no exista ningún obstáculo en la marcha del hogar.
La mujer tiende poner a esa labor ardua y recia su candor femenino, su suavidad y perfume de flor para que esa acción tenga el verdadero valor de un poema.
Imagínate nuestra pequeña barca: con la madera en bruto, el carpintero la fabricó, la hizo tal cual lo ves, pero sin belleza, ni vista, ni color. Esa es mi labor de la que estoy orgulloso. Pero esto no basta; nadie la adquiriría. Le falta "algo": lustrarla y con ello vendrá la belleza y todos se arrebatarían por poseerla. Esa es tu labor, la más importante, porque es el espíritu regido por el corazón. El músculo gobernado por la mente, al contemplar la obra, se asombrará de su belleza y agradecerá el poder compartir el honor de lo supremo.
Créeme, amor, que te hablo con el corazón acongojado, que eso me impide colmarte de alabanzas que darían una transitoria tregua, pero nunca una solución.
Nunca creí que podría escribirte esta carta, que al sólo compararla con las otras tendrás la realidad de la situación por la que estoy atravesando.
Nunca tampoco creí que la escribiría desde el lugar donde más lejos he estado y más días pasaré fuera de ti y donde más necesitaba un recuerdo que me ayudara a apurar las horas del regreso con la emoción del beso apasionado.
Me he ido triste y así vuelvo más tranquilo pero apenado para asistir a la transformación que tengo fe se realizará o al estancamiento que nos sumirá en la desdicha. Perdóname haberte escrito estas líneas, pero es mi sentir.

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Karin se abrazó fuertemente a su tía y dijo:
- Realmente en estas cartas está toda tu vida. Qué recuerdos más hermosos, te envidio. Yo con tantas salidas y con tantos muchachos estoy vacía de amor y de recuerdos. Tía, no llores más. Sos la mujer más feliz del mundo. Vale más un minuto tuyo que cien días de cualquier mujer. Pero dime, tía, ¿por que lloras tanto?. No te comprendo.
La tía se recompuso y sentenció:
- Cuando estaba leyendo la última carta llegó la noticia de que el avión se estrelló.