domingo, 13 de marzo de 2011

EL ESCONDITE MAGNÍFICO

Cuando me mudé a Catalinas Sur (donde el Doctor Campos, profesor y amigo, definió como el Olivos a veinte cuadras del centro) también me gradué de contador y dio la casuaidad que estando en la puerta de mi casa pasó un compañero de la secundaría que hacía mucho tiempo no veía: Arturo Verliner. 

Cuando me vio nos confundimos en un abrazo. Lo invité a entrar y comenzamos a recordar nuestra época de estudiante, los profesores, las minas, los bailes, cuando nos recibimos de perito mercantil y surgió la pregunta que me hizo:-¿Qué hacés aquí? a lo que respondí:-¡Qué hacés vos aquí. Yo vivo aquí!
Me miró moviendo la cabeza y me espetó.-Yo también vivo aquí, en el edificio de la esquina, ¿cómo fue que nunca nos vimos?
Le contesté que lo importante era que nos habíamos visto y que lo invitaba para mi graduación en ciencias económica que se haría en un mes. Me felicitó por lo "traga" que había sido y me preguntó, si me dedicaba a la enseñanza a lo que le contesté que no. Él me dijo que se dedicaba a la enseñanza y era profesor de estenografía. Se quedó pensando y me dijo:- Mirá, yo soy amigo del director, el odontólogo Fonetri y hace poco me consultó sobre si conocía algún contador y yo le dije que no. Le voy a hablar a ver si ya encontró alguno.
Arturíto quería quedar bien conmigo y yo me encontraba muy incómodo a pesar de que en ningún momento le pedí nada, pero hacía mucho que no nos veíamos y parecía que tenía una obígación conmigo y eso no era cierto. Se lo hice saber y el me espet: -Vos sos siempre el mismo, lo que no sabés es que quiero tener algún compañero con quien hablar, así que no te hagas ningún problema, que yo me arreglo con Fonetri.

Le di mi teléfono y él su dirección y su teléfono. Quedamos en que nos hablaríamos. A la semana Arturito me llamó y me dijo que pasaría por la noche para comunicarme una no­vedad .
Cuando vino nos saludamos y tomamos café. Y luego me preguntó si tenía el títu­lo conmigo, a lo que le contesté que en mi graduación me darían el certificado para ejercer y en unos meses el titulo original.
Arturíto, muy melosamente, me dijo que la cátedra de economía política estaba va­cante pero que Fonetri quería un profesor con el título en la mano ya que había sido observado porque el anterior era perito mercantil y esa materia requería que un pro­fesional la dictara.
Acto seguido me pidió el teléfono y habló con Fonetri. En la comunicación le dijo que en quince días tendría un certificado para ejercer y Fonetri le respondió que a la vuelta de sus vacaciones lo fuera a ver.

Luego llegó el mágico momento de la graduación, donde asistí con mi familia íntima ( mi esposa, mi hija mayor, mis padres, mi hermano y unos compañeros y amigos, dentro de los cuales estaba Arturito).
Festejamos en un bar y a la salida, al despedirme de Arturito, este me dijo:-Luisito, te doy hasta el lunes, pues ya volvió Fonetri y me pidió que quiere hablar con vos el lu­nes a las dieciocho horas.

Yo nunca había dado clases y pensé en prepararme eficientemente. En mis divagaciones, mientras le contestaba  a Fonetri, iba a pedirle quince dias para actualizarme, además del programa oficial de la materia.
Pero yo desconocía a Fonetri. Arturito no me había adelantado nada y tuve desconfianza por las siguientes razones.
Primero: me lo presentó en la rectoría y estuvimos hablando animadamente, contes­tando todas las preguntas sobre mi trabajo y cuál era mi especialidad. Cuando se enteró de que era idóneo en costos, me refirió que en la escuela tenía problemas con los gastos y que en el futuro iba a recurrir a mí. De pronto nos invitó a seguirlo y no me dej que le hiciera ninguna pregunta. Se adelantó y Arturito me decía por lo bajo que llevara la corriente.
Segundo: el Vespertino Modelo era un Secundario Comercial dentro de la iglesia de la Misericordia que tenía un gran patio de juegos y a los costados las cinco aulas para dar las clases de cada año del ciclo lectivo.
Entramos al aula más alejada donde el profesor estaba dictando Contabilidad de primer año. Sin rodeos Fonetri interrumpió la clase y me presentó como el nuevo profesor de Economía Política de quinto año. Yo realmente no sabía donde ponerme, ante la mirada de todos.
Saludó y seguimos caminando hasta el aula siguient donde ocurrió exactamente lo mismo pero con la diferencia de que Derecho Usual y Práctica Forense la estaba dictando un abogado del Sindicato de diarios y revistas. Preocupado le dije a Arturito si Fonetri estaba loco, además no le habla dicho que sí.
Arturito me dijo por lo bajo:-Después arreglamos, no me hagas quedar mal.
Pasamos al aula de tercer año donde una profesora dictaba Matemáticas y lo único que le dijo a Fonetri era que los contadores sabían mucha matemática. Luego pasa­mos al aula de cuarto año donde dictaba Merceología un Biólogo del Instituto de Medi­cina del Espacio.
Por fin llegamos a quinto año y los alumnos, que no tenían profesor, estaban haciendo un desbarajuste, corriendo, golpeándose, gritando e incluso insultándose. Fonetri golpeó con las manos y gritó fuerte, paralizando a los chicos que solo atinaban a sentarse en sus lugares. Luego dirigiéndose a mi, me dijo:- Contador, se portan así porque no tienen al profesor. ¡No se lleve una mala impresión!-  Asentí con la cabeza y Fonetri agregó:-Alumnos, no quiero escuchar ningún comentario más y ahora les presento al Contador Público, que desde este mismo momento es el nuevo Profesor de Economía Política.

Reaccioné y por lo bajo le dije que me quería preparar y que en una semana podría dictar clase, que quería saber lo que había dictado el otro Profesor y que nece­sitaba el programa de la materia. Fonetri a todo asentía con la cabeza y luego sonri­endo, paternalmente agregó:-Nos vemos en la sala de profesores para tomar café-y se retiró tomando del brazo a Arturíto y no dejando que pudiera articular palabra.

Ante la realidad cerré la puerta, me saqué el saco y lo coloqué en la silla. Me senté y tomando el Iibro de firmas fui buscando Economía Política para ver hasta dónde habia llegado el otro profesor. Comprobé que muy pocas hojas estaban abiertas (de las once materias) y que muy pocas estaban escritas y firmadas. Analicé la situación y me encontré con que no tenía alternativa: o daba la clase con los conocimientos que tenía o nunca más podría ponerme al frente de los alumnos, quienes callados me observaban detenidamente. Un alumno, como para romper el hielo, pidió permiso, se lo otorgué y me dijo que el otro profesor nunca veía el libro, hablaba de "cosas econó­micas" sin anotar nada y que la única que lo usaba era la Profesora de Geografía.
Se lo agradecí y les dije a todos:-Voy a exponer temas generales y en el recreo voy a completar el libro, así todos sabemos el tema de hoy y qué se va a desarrollar en el futuro.-

Mientras hablaba, pensaba que lo más conveniente era explicarles los fundamentos de la Economía, que seguramente no habían visto, y además, eran entretenidos y útiles.
 Y sin decir  ¡agua va ! comencé a exponer muy suelto, como lo hacía en las clases de la Facultad, durante los veinte minutos que quedaban para el recreo. No me equivoqué, pero ocurrió algo que no preví.
Al escuchar el timbre no se pararon. Me puse el saco y me disponía a ir a la sala de profesores a tomar café, cuando ante mi sorpresa los alumnos me seguían preguntando por la materia y tácitamente no me hicieron salir.
Cuando tocó nuevamente el timbre, pasó Fonetri y me recordó que lo viera al terminar la clase. Ya con otra confianza encaré esa hora final y hasta pude mechar la exposición con el relato de otros ejemplos.

A las veinte horas tocó el timbre, me despedí con el saco en el brazo y un alumno se acercó y me mostró el programa de la materia diciéndome: -Tome profesor, este es el programa de la materia- Yo le conteste amablemente. -Muchas gracias, saco una fotocopia y se lo devuelvo-.
Mientras me retiraba se escuchaba por lo bajo: -Ortiva, chupamedias, boludo y otros improperios- que le decían al alumno Ernesto Oliva, que me habla facilitado el programa.
Fui a la sala de profesores y allí estaba Fonetri hablando de fútbol con otro profesor. Cuando me vio le dijo al profesor: -Te voy a presentar a un nuevo integrante del Ves­pertino.
Nos saludamos y luego Fonetri me llevó hasta la Dirección, donde me dijo: -¿Vio que yo intuía al verlo que no necesitaba ningún tiempo para tomar la clase? Estoy muy contento de incorporar a profesionales al elenco. Yo le contesté que el colegio era muy lindo y que esperaba hacer una buena performance, que les sirviera a los alumnos.
Después de tomar nota de los elementos que debía traer para que la Secretaria me inscribiera como profesor salí prontamente para casa, con el propósito de verificar si mi memoria funcionaba correctamente. Al llegar, Haydée me esperaba con la comida y mientras cenaba comentábamos lo ocurrido. Rápidamente me fui a la biblioteca para consultar el ibro de Economía Política y verificar si lo que desarrollé en clase estaba de acuerdo con lo que exponía el texto. ¡Gracias a Dios! Así era. Contento, casi no dormí esa noche y muy henchido de confianza, al otro día hice planes de temas que iba a exponer en el futuro.

( Pasó el tiempo y seguí en el secundario, luego lo reemplacé por la UADE -Universidad Argentina de la Empresa- como profesor titular. Todo lo relativo a la docencia será objeto de otro cuento y ahora continuaremos con este cuento y el por qué de su título, "El Escondite Magnifico").

Retomando el relato, en la época que empecé a dar clases como profesor, trabajaba en una de las mayores empresas privadas que existía en la Repúbica Argentin, S.I.A.M., en Florida y Tucumán. Y en el bajo, en la  avenida Alem, había un alambrado desde Córdoba hasta Retiro, donde estacionaban muchos automovilistas que trabajaban como yo, en pleno centro. 
Como llegaba siempre a las siete y media de la mañana, el cuidador, por una generosa propina, me guardaba un lugar en Alem y Rojas frente a Retiro, donde a las cinco de la tarde podía salir rápidamente, sin interferencia de los cientos de coches que circulaban a esa hora.(Los cuidadores en esa época no eran permitidos por la Municipalidad. La policía los sacaba y a veces los llevaban detenidos a la seccional de Suipacha y Santa Fe).
Un dia frío, víspera del día de la Independencia, dejé el coche como siempre a las siete y media y me fui a trabajar. Cuando a las cinco de la tarde lo fui a buscar no lo encontré y le pregunté al cuidador, quien me mintió, diciéndome con desparpajo: -Hoy usted no lo dejó, por eso ocupé el lugar.
 Monté en cólera, lo insulté y lo amenacé con que lo iba a denunciar. Antes de que me diera cuenta, salió corriendo y desapareció.
Me dirigí apesadumbrado a la seccional y luego de la denuncia, donde cité todos los pasos que había transitado, quedaba claro que desde las siete y treinta  hasta las diecisiete horas, la responsabiidad era del cuidador.
A todo esto, el Comisario Inspector Ariel Albino Alrroña, a quien los subordinados lo citaban como Triple A, me dijo muy pausadamente e invitándome a sentar en el despacho de la Comisaria 15 de Suipacha 1156:
-Mire Contador, no es el primer caso que nos ocurre con Telesforo García, que así se llamaba el cuidador. Lo que ocurre es que cuando lo detenemos y lo llevamos ante el Juez, siempre dice lo mismo: "¿ustedes  imaginan que si yo haría lo que dicen tendría dos pesos en el bolsillo?".Y cansado el Juez lo deja ir. Cuando le insistimos, el Juez nos ordena: "vengan con pruebas sino no hay mérito". Y agregó con mucha convicción:
-Si el coche está en la Capital le aseguro que lo encontramos, pero si pasó a la Provincia, casi seguro que no-  Y acto seguido se sentó y prendió un cigarrillo.
Yo me paré y muy nervioso le repliqué: - ¿Cómo me dice esto, Comisario? ¿Quiere decir que no lo voy a recuperar nunca?
Dejó el cigarrillo y me contestó:- ¡Contador! ¡Dije que si pasara, no que pasó!- y agregó: -Si tiene tiempo, le voy a referir un hecho verídico que pasó hace tiempo, cuando no era Comisario, y que nuestros superiores denominaron "El Escondite Magnífico". Asentí con la cabeza y sin mucha expectativa, me dispuse a escucharlo.
Hace mas de diez años, estaba yo como oficial ayudante y hacía trámites de enlace para mis superiores, cuando el Comisario me llamó y me dijo: -Alrroña, desde este momento está comisionado para que se encargue, junto con otros Oficiales, de descubrir dónde se llevan a los vehículos robados que desaparecen de la Capital Federal y nunca más los hemos podido localizar. Sí hemos podido localizar coches similares cuyos números de matrículas no coinciden y tampoco el color.
Tenemos todos los servicios conectados para que ustedes los utilicen y no hace falta que las brigadas se detengan porque están en permanente comunicación con los coches de todos ustedes. 
Se paró y con voz muy fuerte llamó:- ¡Oliva, preséntese en la oficina!- Y una vez que había entrado, agregó: -Le presento al Oficial Alrroña, que desde este momento es su compañero de operativo, en este rastrillaje que hemos encarado todos los Comisarios por orden superior.
Y siguió diciendo:-Afuera tienen un coche común, pero que fue preparado para que desarrolle gran velocidad, por si lo necesitan. El horario lo cumplirán de noche, desde las veinte horas hasta las seis horas del día siguiente y ambos vestirán de civil. Si los llegaran a detener, cuando tengan que declarar pidan hablar con el Comisario y solamente a el le dirán que me lamen a mí.
Tomó unos papeles y nos dijo cuál era el coche que teníamos que emplear y nos mostró al "perejil" que dejarían libre para que nosotros lo siguiéramos. Me cambié en el vestuario de la misma Comisaría, pues Oliva ya estaba cambiado. Salimos y nos dirigimos al coche que nos había preparado el Comisario y esperamos que saliera el "perejil". Paró un taxi y cuidadosamente lo seguimos, hasta que tomó mas velocidad por Avda. 9 de Julio, Montes de Oca, Pedro de Mendoza, Puente Pueyrredón, Avda Mitre, Calchaquí, Dardo Rocha, Azcuénaga, Camino Gral. Belgrano y Ruta S/N que se une a la ruta dos. Allí hay un descampado de cincuenta manzanas, cercanas a la estación Gutiérrez. Pasando el arroyo Conchitas, lindera también con la estación Bosques. Hay algunas empresas grandes, fabricadoras de lonas, y laboratorios que lindan con la Ruta uno y el parque Pereira.
En el horizonte no se veía nada, estaba todo limpio. Cada tanto, un frondoso árbol teñía el horizonte vacío,desprovisto de vegetación. Parecía que un gigante inanimado hubiera esparcido semillas al azar, sin ningún orden.
Oliva conducía a una velocidad normal para no despertar sospechas. Tomamos la Ruta S/N, seguimos por la dos y luego por la Ruta uno, repitiendo casi el mismo recorrido, cuando de pronto el taxi del "perejil",como por arte de magia, desapareció de nuestra vista y no lo vimos más. Los dos estábamos muy cabreros, solamente nos puteábamos a nosotros mismos. ¡Con los años que teníamos de policía y nuestra experiencia! Nos miramos y casi al unísono los dos dijimos:- ¡Esto es irreal, no puede ser!

El Oficial Alrroña rompió el silencio y le dijo a Oliva: -Te invito un café y luego seguimos con la investigación- a lo que Oliva le contestó con una sonrisa:- ¿Sabés que te iba a proponer lo mismo?

Cuando llegaron a la Ruta dos había negocios abiertos. Cerraron el coche con alarma y pidieron café. Los dos quedaron de acuerdo en que algo raro estaba pasando porque era imposible que se desvanecieran en el aire, con la experiencia que ellos tenían.

Oliva,que era afecto a manejarse con gráficos, repasó el recorrido y llegaba siempre a la misma conclusión:  que era imposible que se desvaneciera en el aire. Varias veces repitieron el recorrido, con el mismo resultado. ¡No había nada anormal! Alrroña, que era docente en la escuela de policía, le dijo a Oliva: -Si no te molestás, te voy contar algo que me pasó donde doy clases y que estoy seguro que nos puede servir para resolver este caso-
-¡Adelante!- contestó Oliva- ¡Todo puede servir!

Alrroña comenzó su relato, cuando era profesor de la cátedra de Estrategia y Sistemas. En Diciembre tomábamos los exámenes finales de la asignatura, que debían rendir todos los alumnos inscriptos. Como se trataba de sesenta alumnos, convocábamos a los ayudantes de cátedra, que me asistían para consultas, recoger los exámenes, etc. Era un día bastante caluroso y tuvimos que abrir todas las ventanas, ya que como  a los alumnos se les permitía fumar, el ambiente no era muy respirable.
De todas maneras, desde el comienzo todos los profesores habían observado con detenimiento el caso de una alumna que fumaba desaforadamente. Aunque muy concentrada en la prueba, a las dos o tres pitadas tiraba el cigarrillo, encendía otro y así sucesivamente.
Era tan evidente que varias veces los ayudantes que me asistían me lo hicieron notar. Entonces me dispuse a intervenir lo mas discretamente posible.
Como los ayudantes se paseaban en las filas que quedaban libres de a dos, cuando algunos subían, otros dos bajaban. Los reuní disimuladamente y les dije que subirían dos pero que bajara uno. El otro se quedaría mirando el comporamiento de la alumna sin que ella lo notara y si podría descubrir por qué fumaba con tal descontrol.
El ayudante observó a la alumna, recogió algunas colillas y me llamó.
Cuando estuve delante de la alumna, el ayudante me refirió: la alumna tiraba tantos cigarrillos porque tenía copiadas las fórmulas matemáticas en cada uno y las usaba según las respuestas que necesitaba. Solicito se le retire la prueba y se la califique con cero.

A pesar de las amenazas de la alumna, que nos iba a hacer juicio por interrumpir su privacidad, fue suspendida y perdió el año.
Al terminar el relato, Alrroña le dijo a Oliva: -¿Qué te parece si modificado, aplicamos el mismo procedimiento?- A lo que Oliva le contestó:-¡Completamente de acuerdo! Antes de quedarnos sin hacer nada es bueno que probemos. Yo te sigo. ¡Adelante!
Alrroña y Oliva se dirigieron con el coche al Parque Pereyra y para quedar más ocultos tomaron la ruta uno. Mientras Alrroña planificaba las pasadas que harían con eI coche ida y vuelta hasta Camino General Bekjrano, el oficial Oliva pedía refuerzos para cubrir la zona.
Los refuerzos fueron llegando, en total diez efectivos vestidos de civil, que Alrroña ubicó cuerpo a tierra, uno en cada manzana. El predio total eran setenta manzanas (diez de frente por siete de fondo). Cada efectivo estaba provisto de armamento corto y largo además de los largavistas de acercamiento.
Alrroña sabía que de esta manera, cada vez que un coche se dirigiera para Camino General Belgrano, lo podrían individualizar donde desapareciese. Pero no era tan fácil determinarlo, pues esa misma noche desaparecieron tres coches y no pudieron ubicarlos. Sabían que por algún lugar era pero no lo podían afirmar.
Alrroña y Oliva estaban muy nerviosos pero sabían que utilizando este procedimiento, al final obtendrían un buen resultado.
Por eso, en la tercera noche de vigilancia, ubicaron los diez refuerzos a partir de la cuarta manzana, con lo cual quedaban solo tres manzanas para observar. Todos los refuerzos estaban boca abajo, acostados en el suelo sobre el pasto.
Esa noche hubo poco movimiento, solamente pasaron tres coches, de los cuales dos de ellos siguieron hasta Camino General Belgrano, y solo uno llegó hasta el frondoso árbol de la última manzana y desapareció. Con mucho cuidado Oliva se fue arrastrando hasta cerca del árbol e inspeccionó todo pero no pudo encontrar ninguna pista. Sin embargo, Alrroña sostenía  que el coche había desaparecido cerca de ese lugar, por lo que insistía en colocar un refuerzo en esa zona, con la orden de que observara hasta el más pequeño movimiento, pero permaneciera inmóvil.

A las cuatro de la mañana, un lujoso coche Mercedes Benz comenzó a marchar hacia el frondoso árbol, bajando la velocidad y prendiendo las luces altas tres veces. Inmediatamente apagó todas las luces y enfiló hacia el centro del árbol. Entonces, desde el suelo, se levantó una tarima volcando al árbol y tragándose literalmente el coche. Luego de esto, volvió a bajar la tarima quedando el árbol y el suelo en la misma posición anterior.

Cuando Alrroña y Oliva escucharon del efectivo lo que había ocurrido, no lo podían creer pero se alegraron muchísimo. De inmediato se destacaron cinco de los diez refuerzos en el lugar a la espera de que ocurriera lo mismo que había pasado, pero hasta que despuntó el alba no se presento ningún rodado.
Por lo tanto, todos los refuerzos fueron colocados a unas manzanas del árbol, haciendo una gran herradura, provistos de los largavistas de acercamiento, mientras Alrroña y Oliva iban a la Ruta dos para planificar el operativo.

Mientras tomaban café, los dos quedaron de acuerdo en que el operativo era muy grande y que como no sabían si había otras salidas, había que pedir ayuda para cubrir las Rutas uno y dos, el Camino General Belgrano y el Arroyo Conchitas.
Hablaron con el Comisario y le recalcaron que debido a la magnitud del operativo, los refuerzos debían ir sin uniforme y con rodados comunes, y en lo posible, para que no se filtrara ninguna información, se le diría que era por seguridad de la zona y que se llevaría preso a cualquier persona que pasara por el lugar del operativo.

Alrroña y Oiva siguieron hablando sobre lo que tenían que hacer para que cuando llegara otro coche, la tarima quedara abierta para que ellos y los diez refuerzos entraran y detuvieran a los delincuentes.
Oliva dijo que lo más indicado era colocar un parante para trabar el acceso a la tarima y se ofreció a ir hasta el corralón a buscar uno con el coche, a lo que Alrroña asintió y le dio las llaves del rodado.
A los pocos minutos volvió con un parante de cuatro metros, atado en las ventanillas del coche.
 
A las ocho comenzaron a llegar los refuerzos ordenados por el Comisario que vigilarían el perímetro de las Rutas uno y dos, el Camino General Belgrano y el Arroyo Conchitas. Oliva le dijo a Alrroña que, como estaban sin dormir, era prudente que él y cinco refuerzos fueran a descansar y volvieran a las dos de la tarde, que a esa hora él y los otros refuerzos se irían a descansar y volverían a las ocho de la noche, donde tomarían los dos el operativo completo.
El día transcurrió con un razonable movimiento de vehículos, los cuales fueron revisados por los efectivos que vigilaban el perímetro de las Rutas uno y dos, el Camino General Belgrano y el Arroyo Conchitas.

Cuando oscureció, Alrroña y Oliva se ubicaron a los costados del imponente árbol y diez refuerzos al lado de ellos,con orden de tirarse siguiendo al coche que bajara y tomar preso a los que manejaban el coche. Al mismo tiempo, Alrroña y Oliva colocarían el parante trabando la rampa de entrada y los otros refuerzos estarían preparados desde arriba para abrir fuego cruzado a discreción.

A las tres de la mañana un lujoso coche Nuevo Siena Fiat comenzó a marchar hacia el frondoso árbol, bajando la velocidad y prendiendo las luces altas tres veces. Inmediatamente apagó todas las luces y enfiló hacia el centro del árbol, que del suelo levantó una tarima volcando el árbol y se tragó literalmente el coche. 
Alrroña y Oliva prestamente colocaron el parante, trabando la rampa de entrada. Simuláneamente los diez refuerzos bajaron, amenazaron al conductor y lo inmovilizaron. Lo único que dijo el chofer era que tenía que tocar un botón y decir "Nuevo Siena Fiat". Entonces el ascensor venía, llevaba al coche con el chofer al tercer subsuelo y lo recibía un jefe que le entregaba un recibo,con el cual cobraba lo que le correspondía por haber robado esa marca y el estado del vehículo.
De inmediato le preguntaron que ocurriría si no tocaba el botón del ascensor a lo que el chofer respondió: -Dentro de diez minutos en todos los subsuelos comenzarán a titilar luces y se realizará la evacuación preventiva por las distintas salidas.
Frente a este panorama Alrroña le dijo a Oliva que pidiera más refuerzos, mientras él bajaba al tercer subsuelo con los otros diez  para tratar de reducir a los maleantes de cualquier manera, pero lo más urgente posible, debido a como se estaban desarrollando los acontecimientos.
Alrroña apretó el botón del ascensor y este empezó a subir. Ubicó al chofer frente al volante mientras él, con el arma desenfundada, se colocó acostado en el suelo, detrás del chofer. A todo esto, los diez refuerzos se encontraban cuerpo a tierra detrás del coche. Con las armas desenfundadas se disponían a actuar esperando cualquier sorpresa.
Oliva por su parte comunicaba las novedades a su superior, quien ordenó de inmediato la intervención de todos los móviles disponibles para que llegaran al lugar con urgencia.
Cuando después de hablar por celular se disponía a unirse al operativo, comenzó a escuchar un fuerte tiroteo y gritos por doquier mientras empezaban a llegar los móviles. Oliva bajó, se asomó por el foso del ascensor y lo único que escuchó fue un tiroteo, gritos y puteadas de los refuerzos y maleantes. Cuando por fin llegó el ascensor vacío, Oliva bajó con los efectivos que habían llegado hasta ese momento. Tocó el botón y empezó a bajar. A medida que descendía se escuchaba la voz de Alrroña que ordenaba  derribar una de las puertas que los maleantes habían cerrado. En ese momento cesaron los disparos, tanto de un lado como del otro.
Alrroña y Oiva se juntaron y vieron cómo un efectivo tiró tres balazos contra la cerradura de la puerta que por fin cedió,dando paso a los policías, mientras ellos ordenaban subir a los heridos de ambos lados y al único policía fallecido en acción.
Oliva se encargó de hablar a las autoridades para pedir las ambulancias y reforzar las salidas con los efectivos que vigilaban el perímetro de las Rutas uno y dos, el Camino General Belgrano y el Arroyo Conchitas, a los efectos de que no se produjeran grandes fugas y se pueda esclarecer el hecho.
El Comisario respondió que se habían hecho algunas detenciones y se registraron algunas fugas y bajas, pero que el perímetro estaba custodiado, lo que incluía a las dos salidas del Arroyo Conchitas, que se habían descubierto.

Oliva volvió a bajar por el ascensor para unirse a Alrroña. Éste detuvo a algunos trabajadores que prestaban servicio en este pseudo Gran Taller Mecánico y Fábrica de Repuestos que se encontraba bajo tierra.
Los detenidos se colocaron boca abajo con las manos entrelazadas en la espalda y con la orden precisa de que si se movían se tiraría a matar. Se trataba de cuatro capataces y sesenta trabajadores que prestaban servicio en el tercer  subsuelo, en los sectores Desarme, Chapa, Pintura, Patio de Armado y Estacionamiento. El espacio que ocupaban era aproximadamente de doscientos metros de ancho por noventa metros de largo y cuatro metros de alto, con perfecta iluminación y columnas de aireación de cincuenta centímetros de diámetro, distribuidas a lo largo y ancho del predio, conectadas al sistema central de Aire Acondicionado. Todos los sectores individuales estaban separados por divisiones de aluminio, puertas de hierro y en cada rinconera, una escalera caracol que conectaba los tres subsuelos con la planta baja. A continuación estaba la rampa para vehículos que conectaba los tres subsuelos con la planta baja. En esta se encontraban cuatro garajes de estacionamiento individuales, ubicados en Camino General Belgrano. 
Alrroña le explicaba a Oliva cómo estaban ubicados los distintos sectores y cómo detuvieron a los trabajadores para obtener su declaración.

                    Estructura Gran Taller Mecánico y Fábrica de Repuestos                                                         3er subsuelo: sectores Desarme, Chapa, Pintura, Patio de Armado y Estacionamiento                 2dosubsuelo: sectores Repuestos Generales, Repuestos Compuestos (caja de cambio, etc)                             1er subsuelo: sectores Reparación (electricidad, frenos, baterías, tapicería, etc.)                                      Planta Baja :  cuatro Garajes de estacionamiento individuales, ubicados en Camino                                             General Beigrano con diferencias de 50 metros cada uno y cuatro en­tradas 
                    en dos cuadras, con comunicación entre ellos y diferentes entradas, distintos 
                    nombres de garages y distintos nombres de propietarios.

Una vez que, mediante camiones celulares, dejamos a todos los obreros en los calabozos, comenzamos a tomarle declaración a los capataces en forma individual. La mayoría se quedaron callados, ignorándonos a pesar de nuestras amenazas. 
Hicimos un paréntesis y fuimos a esbozar una estrategia para lograr sacar información pero todo fue inútil. Cuando regresamos, el que tenía más edad se arrogó el rol de representante de los cuatro y nos dijo a Oliva y a mí:
-Con todo respeto les digo que a nosotros nos contrató un señor que tenía mucha llegada con la policía
y que conocía mucha mecánica. Como éramos presos del penal de Caseros, lo primero que hizo fue proveernos de documentos y una foja sin antecedentes, además de materiales para poder construir el complejo. Luego no lo vimos más. 
De allí en adelante nuestra comunicación fue por celular y nos pedía que lo llamemos a distintos números, siempre diferentes. Para cobrar, todas las semanas mandaba a un chico de la villa. Para saber qué destino se le daba a cada coche, lo traía el que lo robaba y lo recibía el capataz. El que lo robaba traía un formulario de recepción con los detalles del coche que firmaba el capataz. Éste se lo devolvía junto con un formulario de instrucciones acerca de lo que había que  hacer con cada coche, el tiempo de desarme o reparación y la entrega.

                                                  CAMINO GENERAL BELGRANO
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GARAGE EL BULÍN              GARAGE LA CATRERA             GARAGE EL CIRUJA             GARAGE LA MALEVA
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       ENTRADA                            ENTRADA                                       ENTRADA                               ENTRADA                              
       SALIDA                                 SALIDA                                           SALIDA                                    SALIDA
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       SECTORES                            SECTORES                                       SECTORES                               SECTORES

       SECTORES                           SECTORES                                        SECTORES                               SECTORES


       SECTORES                           SECTORES                                        SECTORES                                SECTORES

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       ESCALERA                                                                                                                                           RAMPA DE
       CARACOL                                                                                                                                             SUBIDA Y
                                                                                                                                                                        BAJADA
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Alrroña y Oliva insistían en conocer más detalles de esta historia, que parecía cada vez más irreal. Hablaron con los trabajadores para saber cómo se manejaban y quién les daba las órdenes, quién proveía los materiales, quién les pagaba, etc. Para dividir al grupo llamamos a otro capataz y empezamos a hacerles preguntas para ver si teníamos más resultados. Nos encontramos con una gran novedad, que todo estaba previsto y detallado. El capataz nos alcanzó un papel impreso para completar con el nombre de cada persona, sirviendo también de organigrama para la organización. Y agregó:
-EI total de trabajadores es igual a sesenta y cuatro personas, que se dividen en cuatro capataces de nacionaldad argentia y sesenta mecánicos de distintas nacionaldades, según este detalle. No podían hablar entre sí y fueron reclutados de distintos lugares del país y del extranjero. Los traían a la mañana, los llevaban a la noche a las pensiones y comían en el complejo. A todo este personal se le pagaba una pequeña parte del sueldo. Trabajaban doc horas por día y acataban todas las órdenes sin emitir opinión. A veces se los llevaban para participar en algún hecho delictivo y al cabo de unos días regresaban al complejo como si nada hubiera pasado y retomaban la tarea que tenían. Si del hecho en el que participaban surgía algún lesionado, en la misma pensión lo trataban los médicos y cirujanos que tenía la organización. El caso de que fueran presos, los que intervenían eran los abogados, haciéndose cargo de las fianzas, pagando a testigos, inventando coartadas, pruebas y pagando al personal del juzgad para obtener la libertad sin antecedentes. El complejo también tenía veinte intérpretes y traductores de todos los idiomas. Si un trabajador violaba alguno de estos principios se lo llevaba a una reunión secreta y no se lo veía mas, ni tampoco se comentaba nada de lo que había pasado, ni el destino que tenía.
Debido al conocimiento que habían adquirido, el comisario organizador creyó adecuado que los oficiales Alrroña y Oliva se hicieran cargo del destino que se le daría al complejo


SECTORES                                            OBREROS                                                  JEFES
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DESARME
CHAPA                                     10  ITALIANOS
---------------------------------------------------------------------- CAPATAZ
PINTURA                                  10 ALEMANES
ESTACIONAMIENTO
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REPUESTOS
CAJA DE CAMBIO                   10 FRANCESES
----------------------------------------------------------------------- CAPATAZ
ELECTRICIDAD                        10 INGLESES
ESTACIONAMIENTO
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FRENOS
BATERIAS                                 10 RUSOS
PATIO DE ARMADO
----------------------------------------------------------------------- CAPATAZ
TAPICERIA
VIDRIOS                                    10 BRASILEÑOS
PATIO DE ARMADO
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MOTORES
GOMERIA                                      -----------------------------------CAPATAZ
ESTACIONAMIENTO
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(En este complejo de ases de la mecánica, electrónica y computación se realizaban las tareas más diversas como ser: cambio de numeración del motor, reparación a nuevo de los coches, cambio de modelo y color, desarme completo pieza por pieza, con limpieza a fondo para dejarla a nuevo y colocarla para su venta, etc.)

  Los dos fueron a tomar un café y Alrroña le dijo a Oliva: -¿Te fijaste que a pesar de ser una infecta cueva, está organizada con gran criterio y excelente control? -A lo que Oliva le respondió: -Si, pero además la maquinaria de punta que tiene, de última generación. Qué querés que te diga, da gusto trabajar aquí!- y agregó :- ¿Y si lo habilitamos para nosotros, es decir para la policia?No te olvides que nosotros nos tenemos que hacer cargo del complejo y la institución lo necesita, para no depender de terceros.
Alrroña lo miró y firmemente le contestó: -Estoy comletamente de acuerdo y celebro que pienses lo mismo. Mañana lo vemos al Comisario y le comunicamos lo que vamos a hacer y que él decida quién es el responsable y el segundo. 
Y de esta manera, el oficial ayudante Ariel Albino Alrroña se hizo cargo del complejo hasta que lo designaron Comisario. También se hizo cargo de la Comisaría donde denuncié la sustracción. Terminando el relato, el Comisario agregó :- Por eso le dije al comienzo del relato que si el coche está en la Capital le aseguro que lo encontramos, pero si pasó a la Provincia, casi seguro que no.
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A la semana recibí una comunicación telefónica del Comisario de la seccional cinco devalle 1958. Tenía que presentarme a la brevedad por la Comisaria para reconocer el vehículo que habían secuestrado.
Luego de reconocerlo y hacer el papelerío, el Comisario me recomendó, para no perder más tiempo, que con un oficial lo lleváramos a donde había hecho la denuncia la comisaría quince de Suipacha 1156, para la revisación mecánica. Para ello me preguntó si era socio del Automóvil Club Argentino, a lo que le respondí que sí. Luego agrego: -Va a llamar al Servicio Mecánico del ACA y le da esta dirección y cuando vengan lo va a recibir el oficial y le va a indicar qué es lo que tiene que hacer.
Me presenté en Suipacha 1156 y me recibió Alrroña, quien me dijo: -¿Vio el coche que esta en la puerta ? ¡Es el suyo! Siéntese.
Una vez que me senté, con gesto triunfante, volvió a decir: -Si el coche esta en la Capital, le aseguro que lo encontramos, pero si pasó a la Provincia, casi seguro que no.
Su vehículo estaba en la Capital y no pasó a la Provincia porque cometió una veintena de infracciones. Fue corrido por treinta cuadras cuando atropelló a un peatón. Desde ese momento, toda la policía lo perseguía hasta que fue abandonado y se dieron a la fuga. Hasta el momento en que ocurrió el accidente había chocado con dos coches y había pasado quince semáforos en rojo. Antes de llevarse el coche hay que hacer algunos trámites que no se si los podrá hacer hoy, como ser la revisación mecánica y las fotografías.

Yo estaba muy contento y le pregunté al oficial Alrroña qué tenía que hacer para llevármelo, que lo necesitaba.  Amablemente l me contestó: -Mire, para nosotros es fundamental la revisación mecánica y las fotografías porque somos los depositarios del vehículo y si ocurre algún inconveniente luego de la entrega, no tenemos como probar que era su coche. De esta manera, nosotros, junto con su declaraciónó tenemos la prueba fehaciente de lo que tuvimos en nuestra mano y no puede ser refutado. Como todavía no llego el Juez, le aconsejo que se tome un café en la esquina y venga en una hora. 
Cuando estaba en el café se me ocurrió la idea de llamar a Enrique, un tío de mi esposa que era muy servicial y además era Sargento bombero, para comunicarle las novedades y que me aconsejara qué podía hacer.
Enrique se alegró porque habían encontrado el coche y me dijo que lo esperara en el café. 
A la media hora llegó y me dijo que vio el coche en la puerta de la Comisaría y que fuéramos a ver al Oficial.
Cuando llegamos le presente a Alrroña y Enrique se dio a conocer y se puso a conversar con el oficial. En un momento, Enrique le pregunto a Alrroña: - ¿Usted sabe que el Contador trabaja con el coche y es fundamental para moverse?- y luego le susurró: -¿Cuál fue el último mecánico que verificó algún vehículo en la Comisaria? Alrroña se fijo en el Iibro de revisión mecánica y le comentó que era el encargado del óaraje de al lado de la Comisaría, pero que era un tipo muy prepotente y no le aconsejaba utilizarlo. 
Enrique se dirigió al garaje, preguntó y nadie sabía, hasta que lo vio en una fosa e imperativamente le dijo: - ¡Ábalos, lo llaman de la Comisaría, urgente! -a lo que respondió con voz grave -Estoy ocupado, luego voy a ir.
Enrique, con voz mas grave todavía: -¡Salga de inmediato de la fosa y acompáñeme a ver al Comisario!  Ábalos, con gesto cansino mientras caminaba, le respondió: -¿Qué quiere ahora que estoy trabajando? Enrique le respondió:-EI Juez tiene que transferir el bordó que está en la puerta y necesita la revisación mecánica- y le alcanzó papel y lápiz para tomar nota. Cuando finalizó, Enrique lo  llevo y una vez que terminó la declaración le pregunto al oficial Alrroña qué se podía hacer con las fotografías, a lo que el oficial le dijo: -Voy a llamar a la Central para que vayan y les saquen las fotografías al vehículo y se puedan ir con el coche.
En el momento que firmamos todo y previa autorización del Juez para retirar el vehículo, le dije a Alrroña si nos podía acompañar un oficial para traer la constancia y el número de las fotografías, a lo que accedió y me dijo: -Sí, es lo mejor, así tenemos todos los elementos por los juicios que puedan venir por choques, lesiones o eventualmente muertes, ya que oficialmente no teníamos conocimiento de lo que manifestaban los oficiales que habían secuestrado el vehículo.
Fuimos con Enrique y el oficial hasta Moreno y Cevallos, donde estaba la Central de Policía. Sacamos las fotografías en el medio de la calle y el oficial se llevó el número y la constancia. Llevé a Enrique a su casa y me fui a lavar el coche, para retomar mis actividades.

No había pasado un mes, cuando se presentó un policía con la orden de concurrir a la Comisaría diecisiete de Las Heras 1861 por un tema de mi incumbencia. Le pregunté al agente de qué se trataba y respondió que no sabía nada. Sin perder tiempo le pedí a mi hermano Norberto que me acompañara y fuimos dos días después a las diecinueve horas.
Cuando llegamos hablamos con el oficial sumariante y nos dijo que esperemos, que ya nos iba a informar. Tardó un poco y se sentó en el sillón. Tenía un gesto de disgusto y esparció todos los papeles. Se dirigió a Norberto pidiéndole información y yo lo frené diciéndole que el coche era mío y yo le iba a contestar lo que quisiera saber.
Con gesto contrariado me miró y me preguntó:-¿EI Chevrolet es suyo?
- ¡Sí!- le contesté. Y agregué - Fue entregado por el Juez luego de hacer la revisacion mecánica y las fotografías.
El oficial sumariante me miró con gesto resignado y nos dijo:
-Su vehículo estaba en la Capital, cometió una veintena de infracciones y fue corrido por treinta cuadras cuando atropelló a un peatón. Además había chocado con dos coches y había pasado quince semáforos en rojo- y preguntó: ¿Le parece poco?
Y agregó con convicción:
 -¿Quién fue el boludo que le entregó el rodado?
Yo me puse muy nervioso y molesto. Norberto me golpeó la pierna y me llamó la atención, diciéndome que me tranquilizara y que le relatara todo lo que pasó y así lo hice:
-A la semana de la denuncia recibí un llamado telefónico del Comisario de la seccional cinco de Lavalle 1958. Me presenté a  la brevedad por la Comisaría para reconocer el vehículo que habían secuestrado. Luego de reconocerlo y hacer el papelerío, el Comisario me recomendó, para no perder mas tiempo, que con un oficial lo lleváramos a donde había hecho la denuncia, la comisaría quince de Suipacha 115, para la revisacion mecánica y las fotos. Me preguntó si era socio del Automóvil Club Argentino, a lo que le respondí que sí. Me dijo que lo llamara, que el oficial se iba a hacer cargo de llevarlo conmigo -y agregué - Por lo tanto, el comprobante de la revisación mecánica, las fotos y el escrito del Juez se encuentran en la Comisaría quince, todo firmado y autorizado.
El oficial sumariante me volvió a mirar con gesto resignado y más tranquilo nos dijo: Miren, no se puede entender cómo un oficial de la fuerza cometa tan grande despropósito, de no incautar el coche, sacar todas las huellas dactilares posibles, revisar a fondo el coche y no entregarlo hasta tener alguna pista, pues como obra en el informe se lo persiguió y luego lo abandonaron y comenzaron a correr hasta que al final se perdieron en la calle Lavalle, que lleva un mundo de peatones. En este momento no hay mas nada que hacer, pues usted lo ha lavado.
El oficial sumariante nos dijo que nos podíamos retirar y antes de irme le pregunté cómo seguiría esta situación, a lo que me respondió distendido:-Primero, hago el informe con lo que usted me dijo y se lo llevo al Juez con una nota, pidiendo que una vez visto se lo pase al archivo.  Si no hay hechos posteriores que lo conecten con este caso, todo habrá terminado, sino se reabre el caso.
Nos retiramos con Norberto de la comisaría y fuimos al local de la esquina a tomar café. 
Mi hermano me dijo:-Nito, la sacaste barata. Yo creía que íbamos a tener que declarar con el Juez.

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